Elecciones 2024
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El PAN, la segunda fuerza política en el país, cometió el desatino ayer de ausentarse en la entrega de constancia de mayoría a Andrés Manuel López Obrador, como ganador de la elección presidencial del pasado 1 de julio, por parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Un desaire a la democracia del partido que más luchó por ella desde su fundación en 1929; a contraviento en las siete décadas de la hegemonía del PRI. Sí, es cierto que tampoco asistieron el Verde ni Movimiento Ciudadano, pero esos son partidos sin pedigree democrático: sólo son remedos.

También es cierto que el PAN difundió que le fue negado el acceso a la ceremonia a su enviada, la Secretaria de Organización del partido, Adriana Aguilar. Algo de lo que nadie tuvo conocimiento en el TEPJF. Además de que al evento entró medio mundo.

Pero, en todo caso ¿era la Secretaria de Organización el personaje de nivel indicado para un evento cívico de tal trascendencia? Por favor: el PRI estuvo representado por su presidenta, Claudia Ruiz Massieu; y el PRD por su presidente, Manuel Granados.

El PAN debió de enviar a su presidente, Damián Zepeda, aunque Damián Zepeda es el peor ejemplo de democracia que se pueda encontrar hoy en nuestra política, ya que fue impuesto en ese cargo por Ricardo Anaya, quien antes había dirigido al PAN como si fuera su finca.

Anaya, secundado por sus fuerzas básicas en el partido (el propio Zepeda, Marko Cortés, Adriana Aguilar…) provocó la baja en la organización de panistas de prosapia como Margarita Zavala, Roberto Gil, Ernesto Cordero y otros, hundiendo al partido en liquidación.

Así que el PAN le hizo ayer, al presidente electo, lo mismo que éste le habría hecho si hubiese ganado la elección el abanderado panista. Porque si alguien carece de credenciales democráticas es el hoy presidente electo, quien jamás aceptó una derrota en las urnas en su ya larguísima carrera política.

Aunque la particular visión de la democracia, por parte del presidente electo, es su asunto. Los verdaderos demócratas están obligados a avalar su victoria, que resultó con el 53 por ciento de los sufragios y el bono democrático más contundente que haya recibido un candidato en nuestra historia.

Ayer era el día de los derrotados para mostrar nobleza y compromiso con la institucionalidad. Hacerlo ver, a quien en 2006 no aceptó la derrota y detuvo a la capital del país con un plantón de cuatro meses en Reforma; y en 2012 alegó fraude y mostró como pruebas un chivo, unos pollos, unos manteles.

Y el PAN mostró ayer apatía por la institucionalidad. Le faltaron tamaño y visión.

Por eso, hoy, no es alternativa de nada.