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Es sorprendente el proceso de sanación de la economía de Estados Unidos, que hace no mucho tiempo enfrentaba tasas de desocupación de dos dígitos, una recesión económica, una crisis financiera y enormes desequilibrios fiscales.

Quebraron bancos y grandes firmas automotrices, muchas familias perdieron casa y trabajo, la deuda del gobierno requirió de constantes extensiones del techo marcado por el Congreso.

Pero hoy en que la gran recesión del 2008-2009 sigue causando estragos en regiones como la Unión Europea, es cosa del pasado en Estados Unidos.

Siempre habrá secuelas de una caída económica tan pronunciada como aquella, pero la capacidad de recomponerse, de reinventarse es admirable para un monstruo económico que por su tamaño podría parecer torpe de movimientos.

En el proceso de terapia intensiva se llevaron a cabo procedimientos poco convencionales que buscaban mantener a flote a la economía más grande del mundo. Y ante la imposibilidad de un respaldo fiscal, por los enormes déficits, se tomaron medidas monetarias de apuntalamiento.

Pero son tratamientos con efectos secundarios. En estos días hemos visto cómo el comportamiento errático de los mercados financieros anticipa el final de la medicina correctiva aplicada por la Reserva Federal.

No hay claridad por parte de la Reserva Federal sobre la fecha exacta en que iniciará el proceso de alza en las tasas de interés. Sabemos que en dos semanas termina el plan de liquidez, pero el camino de regreso a que el dinero cueste no está del todo claro.

El dato de desocupación del viernes pasado es una señal muy importante. Primero por el rompimiento de la barrera de 6% en esa tasa de desempleo y segundo, por el mantenimiento de la creación de más de 200,000 plazas laborales al mes de manera constante.

Hay la claridad de que un incremento en el costo del dinero puede provocar, además de la volatilidad financiera, un freno en las actividades económicas. Porque a pesar de los buenos datos económicos hasta ahora obtenidos, sigue siendo una recuperación incipiente.

Eso es lo que permite prever que al menos acabe el año sin cambios en las tasas de interés. Pero no hay del todo la certeza de lo que puede suceder durante la primera mitad del siguiente. El aumento en tasas en Estados Unidos estaría idealmente esperado para la segunda mitad del 2015.

La inflación no es un problema. Al contrario, la baja en los costos de los energéticos ayuda a mantener la medición inflacionaria por debajo del estimado del 2% que tiene la Reserva Federal.

Pero eso no es suficiente para mantenerse con una actitud de paloma. Tienen que prever que una recuperación económica vigorosa no contamine los precios en una economía que ha reprimido su consumo.

Los resultados de la nómina no agrícola recién conocidos muestran que éste es un afortunado camino de no retorno hacia la recuperación, lo que nos conviene sin duda por la dependencia económica que México tiene con Estados Unidos, a pesar de la factura financiera que de hecho ya se paga desde hace algunas semanas. Unas por otras.