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Las dudas se amontonan: ¿Debemos tomar en serio a Trump? ¿Tomarlo en serio, quiere decir al pie de la letra, en el muro, en las tarifas, en el TLCAN? ¿Sus contradicciones son pifias o parte de una estrategia?

No está claro lo que pasó en la conversación telefónica con Enrique Peña Nieto. Lo único cierto es que no fue tersa y que el equipo negociador mexicano está desconcertado. No sabe a qué atenerse con el presidente de Estados Unidos, respecto al Tratado de Libre Comercio, el asunto migratorio o a la colaboración en materia de seguridad.

Donald Trump y su equipo llevan semanas mandando señales contradictorias hacia México, casi todas, negativas, pero no consistentes entre sí. Hay más de tres versiones de cómo se pagará el muro y más de una posición sobre el futuro del NAFTA. ¿Está muerto, como afirma Ernesto Zedillo, o vale la pena intentar una renegociación, como postula Carlos Salinas?

Donald Trump está jugando con México al gato y al ratón. Lo hace para fortalecer su posición negociadora y debilitar la de México. Una de las tácticas que utiliza en este “juego” es volverse imposible de predecir. Él mismo explicó esto en una conferencia de abril del 2016, dedicada a la política exterior. Allí dijo: “Como país debemos ser más impredecibles. Somos totalmente predecibles. Decimos todo, si enviamos tropas, damos una rueda de prensa…debemos empezar a ser impredecibles. Tenemos que empezar a serlo ya”.

Qué listo es ese señor…más de uno de ustedes lo estará pensando. Sí y no, podemos argumentar. Es verdad que Trump gana capacidad de negociación al convertir a Estados Unidos en impredecible. El problema es que esta ganancia es de corto plazo. A mediano y largo plazos la impredictibilidad daña el liderazgo mundial de Estados Unidos y eso puede ser muy costoso.

El siglo XX fue el siglo americano, entre otras cosas, porque el mundo sabía a qué atenerse con Estados Unidos. En materia de seguridad, la primera potencia del orbe ha funcionado como policía mundial, para bien y para mal. La consistencia de Estados Unidos en política monetaria sirvió para consolidar al dólar como la moneda mundial, que sirve como reserva, depósito de valor y medio de pago.

En comercio Estados Unidos ha sido el impulsor del comercio libre. Hace 30 años México apostó por un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá porque sabía que sus vecinos del norte ofrecían certidumbre en el largo plazo. Eran una brújula que permitiría orientar nuestras exportaciones y nuestro proyecto país por varias décadas. En México no nos preparamos para enfrentar un Tío Sam proteccionista ni hostil.

Si Estados Unidos se vuelve impredecible, cualquier cosa puede pasar, entre ellas, que el mundo busque un referente más confiable y se acelere un relevo en la cumbre. La baja del dólar ante otras monedas desde la llegada de Trump al poder expresa esa desconfianza.

La duda mata respecto al TLCAN. Sabemos que debemos prepararnos para lo peor, pero no podemos decir qué significará eso. El secretario de Comercio de Trump, Wilbur Ross, afirmó ante el Senado, el 18 de enero: “En términos de la tarifa de 35%, el presidente ha hecho un trabajo maravilloso precondicionando a los otros países con los que estaremos negociando”.

La palabra clave es precondicionando. Trump bulea porque tiene el control. Algo puede pasar. El gato no siempre se come al ratón.

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