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Hoy la 4T ya no sabe cómo deslindarse de su manejo negligente de la pandemia de la Covid-19. Busca chivos expiatorios donde no los hay.

Y si bien la expansión mundial del coronavirus no es su culpa, la mala gestión sanitaria y económica si son responsabilidad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aunque busquen repartir culpas.

La cara visible del fracaso sanitario es el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, porque este personaje puso su carisma antes que sus conocimientos médicos a las órdenes del presidente López Obrador.

En materia económica sucede lo mismo, la sensatez que pudiera tener cualquier funcionario con conocimientos especializados queda aplastada ante las imposiciones presidenciales de dejar agonizar a “los ricos”. Aunque esos “potentados” sean trabajadores y empresas pequeñas que viven al día.

Y aunque en materia de salud busquen complicar el acceso a los datos, con la limitación de las pruebas de detección, con la subestimación de muertes y casos sospechosos, y con esa retórica de las curvas, los picos y las mesetas, la realidad se ha encargado de poner a las autoridades en el lugar que tienen de haber fracasado en la contención de los contagios. Ya no hay manera, en este momento, de esconder el fracaso mundial de México en la lucha contra el SARS-CoV-2.

En la economía ha sucedido lo mismo, así como el presidente no usa mascarilla, si no es para viajar a Estados Unidos, así también piensa que apoyar empresas y trabajadores es una práctica corrupta de respaldo a los ricos.

Desde el inicio del confinamiento voluntario en México diferentes líderes empresariales, partidos políticos de oposición, analistas nacionales y extranjeros, y muchos más, le pedían al presidente que considerara medidas fiscales para apoyar a los trabajadores que perderían su ingreso y a las empresas que no operarían, pero mantendrían sus gastos. El no fue rotundo.

Si las empresas quiebran, los dueños deben asumir la responsabilidad fue la sentencia del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Hoy, que muchos integrantes de su círculo cercano empiezan a ver la dimensión del problema económico y lo traspasan a los cálculos político-electorales de su partido Morena, es cuando se dan cuenta del error que cometieron de dejar a millones de personas en el desamparo.

Con las evidentes fallas en la gestión de la pandemia, las consecuencias económicas se habrán de extender mucho más y el daño se habrá de prolongar en el tiempo.

Hoy, muchos de esos legisladores de Morena, obedientes a las órdenes presidenciales, empiezan a dar validez a lo que tanto imploraban empresarios, trabajadores, opositores y analistas: la necesidad de establecer un salario solidario para millones de mexicanos que hoy, tras más de tres meses sin ingresos, están viviendo una auténtica tragedia.

El Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM estima que al menos 16 millones de mexicanos caerán en una condición de pobreza extrema por la falta de ingresos, derivado de la pandemia.

Si tan sólo a tiempo se hubieran destinado los recursos del Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía a la emergencia económica, hoy la 4T tendría que dar menos maromas ante la terca realidad de su fracaso.