Supongo que en esto pensaba, visionariamente, Marcelo Ebrard, al imaginar una secretaría de la Cuarta Transformación en manos de un hijo del Presidente
El Presidente ha dejado claro el tamaño de sus aspiraciones transexenales.
Sus reglas del 5 de junio otorgan un destino transexenal a sus precandidatos presidenciales.
Todos cruzarán al siguiente gobierno. Quien gane la encuesta, con la Presidencia, el segundo lugar con el liderato del Senado, el tercero con el liderato en la Cámara de Diputados, el cuarto con un puesto en el gabinete.
El Presidente cree que su estrategia electoral le hará ganar no sólo la Presidencia, sino también la mayoría constitucional de dos tercios en el Senado y en la Cámara de Diputados.
Con esas mayorías en la bolsa, en el último mes de su gobierno el Presidente enviará al Congreso tres iniciativas de reforma constitucional.
La primera, para regresar la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa y constitucionalizar la militarización de la seguridad pública.
La segunda, para someter a elecciones a los consejeros del INE, y regresar al INE al gobierno federal, como una dependencia de consejeros electos pero no autónomos, sino integrados al poder Ejecutivo.
La tercera iniciativa de reforma será para elegir por votación también a los ministros de la Corte. Si bien la propuesta original, los ministros serían candidateados de 20 en 20 hasta sumar 60: 20 seleccionados por el Ejecutivo, 20 por el Legislativo y 20 por el Judicial.
Como el gobierno tendrá en ese momento mayorías electorales de dos tercios en el Congreso, será lógico que ganen sus candidatos, tanto en el INE como en la Corte.
El proyecto transexenal queda claro: un gobierno con control del Ejecutivo, del Legislativo, del Judicial y del INE.
Los exégetas añaden a esta herencia el nombramiento reciente de algunos secretarios de Estado, llamados a seguir en su puesto.
La realidad añade algunas tareas inconclusas, como acabar con la violencia, con la corrupción, crecer a 6 por ciento, terminar el Tren Maya, Dos Bocas, el corredor transístmico o el modelo de salud escandinavo.
Supongo que en esto pensaba, visionariamente, Marcelo Ebrard, al imaginar una secretaría de la Cuarta Transformación en manos de un hijo del Presidente.
Pero no se pudo, porque la familia presidencial no se mete en las elecciones.