El sueño de los bancos centrales, que se pusieron creativos con su política monetaria para impulsar las economías, es que regrese el crecimiento, se estabilice la inflación en torno a sus respectivas metas y que las tasas de interés acompañen este proceso de una manera tan sutil que no se note el momento mismo en … Continued
El sueño de los bancos centrales, que se pusieron creativos con su política monetaria para impulsar las economías, es que regrese el crecimiento, se estabilice la inflación en torno a sus respectivas metas y que las tasas de interés acompañen este proceso de una manera tan sutil que no se note el momento mismo en que logran la neutralidad.
Al menos ha sido el camino largamente acariciado por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) que, en su función múltiple de promover el crecimiento y al mismo tiempo cuidar la inflación, se han dedicado por largo tiempo a inundar con sus divisas los mercados.
La Fed ha buscado ese camino de regreso de la hiperlaxitud desde mayo del 2013, cuando una mala declaración del entonces presidente de ese banco, Ben Bernanke, provocó un bache económico importante.
Es la fecha en que la Fed no puede encontrar ese camino sutil de regresar a la neutralidad de las tasas sin alterar el crecimiento, a grado tal que se juega su propia credibilidad.
Incluso desde el seno mismo de la Fed, ahí en el cuarto de guerra donde se toman las decisiones de política monetaria, algunos banqueros centrales estadounidenses ya hablan de actitudes discrecionales, la inconsistencia en la toma de decisiones y la manera como se juegan la credibilidad del organismo. Estados Unidos ha emprendido un camino de alza en los precios, hacia 2% anual que tienen como meta sin que la economía se pueda dirigir hacia tasas de crecimiento sostenido.
En el caso de Europa, no eran pocos los que esperaban que el Banco Central Europeo (BCE) anunciara el final en unos meses de su programa de compra de bonos ante las evidencias de que la inflación va en camino hacia una regularización.
Vamos, apenas la inflación de septiembre está en una tasa anual de 0.4%, el nivel más alto de inflación para la región europea desde hace más de dos años, pero igual que en Estados Unidos, no es tanto el nivel actual anualizado de la inflación lo que llama la atención, sino el nivel de aumento que han mostrado los precios durante los dos últimos meses.
Que quede claro que la inflación no será tema de preocupación todavía por un largo plazo, pero tampoco es compatible una inflación regularizada en torno a 2% con tasas de interés en cero y en el caso de Europa con un programa de compra de bonos que inundan los mercados con euros.
Empiezan a darse señales de tolerancia a la inflación un poco más alta en la medida en que abra el campo para un crecimiento más dinámico. Al menos Janet Yellen así lo dijo la semana pasada en un discurso que hay que guardar.
El sueño de un aterrizaje suave de la agresiva política monetaria de la primera mitad de esta década empieza a turbarse.
La Fed piensa reemprender el camino de los incrementos en noviembre o diciembre, mientras que el Banco Central Europeo anunció que se tomará su tiempo para regresar a la neutralidad monetaria.