Elecciones 2024
Elecciones 2024

Repetir los datos de las personas infectadas por el COVID-19 y sobre todo el número de hombres y mujeres que han perdido la vida en nuestro país solo sumaría a la molestia, al miedo y al descontento con las autoridades federales por el mal manejo de su comunicación, de su estrategia en materia de salud y del rechazo a cumplir con normas internacionales para prevenir el contagio.

Somos uno de los primeros países con mayor número de decesos, con ruedas de prensa diarias que no aportan mayor información que números al alza, como si fuera un logro a destacar, como si se tuvieran que mostrar las cantidades solo para que el resto de la ciudadanía entienda que puede morir.

Cosa que no ha funcionado, porque entre los que no les importa morir, y los que no tienen ni idea de qué está pasando, continúan siendo los hombres y las mujeres de bajos recursos los primeros en perder la batalla.

Un virus que ha pegado en la economía de todos, porque los ingresos han disminuido, porque la comida y los artículos de limpieza subieron de precio, porque las tarjetas de crédito y los créditos siguen cobrando, porque ese número que crece y crece todos los días, también se asemejan a las deudas de muchos mexicanos, que han tenido que cerrar sus negocios y aún así, seguir pagando la renta de local y los contratos de servicios.

La cercanía con la familia, la socialización, el ver a los amigos, a los papás, a los abuelos, a los sobrinos, a los bebés que acaban de nacer, e incluso a los familiares que se han contagiado y entre el susto y los cientos de consejos por teléfono, la distancia duele y entristece.

Entonces los temas de salud, también se agravan, sin la necesidad de contagiarnos del propio COVID, porque la ansiedad ha ido en aumento, el estrés, las tensiones económicas, la soledad y eventualmente una posible depresión.

Los papás o las mamás solteras que han tenido que afrontar una nueva realidad, en donde su tiempo de trabajo desde casa se combina con las actividades diarias del hogar, la educación y la enseñanza. Todo en un mismo lugar y con las mismas personas.

Los niños que no terminan por entender que es mejor sentarse en su cuarto o en la sala de la casa para tomar sus clases, o los jóvenes que también cansados y hartos explotan emocionalmente contra sus padres y contra todos, por no poder salir a ver a sus amigos, por no poder ser los de antes.

Los abuelos, que aunque no tuvieran una vida de salir y pasear todos los días, ya a estas alturas de cinco meses de un encierro psicológico y el nervio por ser las principales presas de un virus que no se ve y que puede llegar a sus casas por cualquier lado.

Las mujeres y niños que sufren de algún tipo de violencia verbal o física de sus parejas o de sus padres. Que no les ha quedado de otra mas que taparse los oídos con las manos, porque las paredes no son suficientes para callarlos. ¿A dónde se van?

Por eso elegí este grandioso retrato de Daniel Berehulak, fotoperiodista australiano pero  quee reside en nuestro país y es actual colaborador del diario norteamericano The New York Times, de donde he obtenido la imagen.

Todos salimos en la foto - todos-salimos-en-la-foto
Foto de Instagram: The New York Times / Daniel Berehulak .

Berehulak no solo sabe documentar lo que sucede, sino que sabe la importancia de contar una historia a través de la imagen. Sus dos premios Pulitzer, cinco World Press Photo y diversos premios internacionales, lo colocan como uno de los fotoperiodistas independientes más galardonados en los últimos años.

Daniel capturó el funeral de Víctor Bailón, quien murió después de contagiarse del famoso COVID-19 y del cual no quiso tratarlo en ningún hospital, sino en su casa.

Más allá del dolor y la tristeza, pude ver a todo un país en la fotografía publicada en The New York Times. Las personas adultas que son las que no se niegan a usar un cubrebocas, porque no hay manera de no creer que son los primeros en poder enfermarse y no tener la capacidad pulmonar y de salud para darle batalla.

Los más jóvenes que creen no correr peligro, los papás que tampoco quieren usar el cubre bocas porque pues solo están con la familia y no hay riesgo allí. Los que están triste, los que solo reflexionan, los que solo observan, los que no se involucran, los que fueron llevados porque era una obligación, los que pierden una vida y duele, porque a cualquiera le afecta perder a alguien cercano.

Todos los casos que mencioné anteriormente, están allí de pie, mirando la tierra, mirando la vida perdida, sintiendo el dolor.

Una enfermedad que ha pegado a todas las clases sociales, que no distingue el tipo de comida, o la manera de prepararlo, que no sabe de chefs, de alta alcurnia, o tampoco del padre o la madre que no dejó de salir a trabajar para llevar el alimento en casa y pagar la renta, pero que lamentablemente terminó infectándose y contagiando a los demás de la familia y como en los peores finales de las telenovelas, uno de ellos murió.

Es lo que yo veo, y que lo invito a que vea la imagen con detenimiento. Todos podemos estar en los zapatos de ellos, todos hemos ya tenido un susto de contagio, muchos hemos pasado cerca, muchos hemos llorado las ausencias.

Como fotógrafo, a veces no hay que esperar una serie de imágenes para crear el famoso “storytelling”, solo hay que saber observar las emociones de los demás y esperar a que todos se junten y se adentren en el visor de la cámara hasta capturarlos, y así darnos pie a interpretar una posible historia detrás de la imagen.

Observe sin prisas y fotografíe lo que ve.

Por Laura Garza

Comunicadora, fotógrafa, editora y columnista

Twitter: @lauragarza