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El riesgo de una mala decisión es preferible al terror de la indecisión”:
Maimónides

Acabo de leer el libro de la Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie. Es un primer acercamiento al análisis de la pandemia provocada por el SAR-COV2 y la enfermedad que produce el COVID-19. Queda claro que el libro se escribe en medio de la impotencia y la incertidumbre sobre el comportamiento del virus que puede ser mortal. La profesora aporta su punto de vista con el objetivo de propiciar elementos para entender el comportamiento epidémico del virus.

Sin embargo, estoy cierto de que el valor del trabajo profesional de la doctora se demerita cuando lo convierte en un instrumento de comunicación cuasi científica que, culpa a una persona, del fatídico escenario que muestra un excesivo número de contagios y muertes en el país provocadas por complicaciones asociadas al virus.

De ser este el abordaje metodológico del trabajo, entonces tendría que “culpar” también a China por esparcir el virus en el planeta, y después a los gobiernos, Presidentes, Jefes de Gobierno y a los encargados de las estrategias, por permitir que el virus hasta este punto, haya sido tan “exitoso” en sus formas de contagio y provocar tan elevada letalidad.

El argumento central y narrativo de la profesora de la Facultad de Odontología de la UNAM es que, los efectos y las consecuencias de la pandemia “se podrían haber evitado”.

Centra su discurso en algunos elementos de carácter técnico que han sido utilizados para combatir la sindemia, aunque primero lanza una afirmación que carece de toda evidencia científica. Afirma que el SAR-COV 2 y la enfermedad que produce el Covid-19 “no es una enfermedad respiratoria” sino “un síndrome microvascular”, es decir una enfermedad cardíaca. Hasta este momento, no hay evidencia de que el virus ataque primero al corazón, y después al aparato respiratorio, 365 días después, es evidente que el virus ataca el sistema respiratorio, y en los casos graves, produce una falla multiorgánica.

De ahí, la Dra. Ximénez se refiere al uso del cubrebocas como si su sola utilización, diera inmunidad a quien lo porta, cuando de forma insistente se ha mencionado que, el uso de la mascarilla es una “medida auxiliar” que debe estar acompañada del lavado continuo de manos, del distanciamiento social, y si es posible, del confinamiento, lo que tampoco garantiza un “sello de inmunidad”.

Afirma que el subsecretario López Gatell ha sostenido que existe una especie de apuesta gubernamental a favor de la “inmunidad de rebaño”, situación que ha rechazado de forma reiterada. He asistido de manera presencial a un buen porcentaje de las conferencias nocturnas en Palacio Nacional, y lo que ha mencionado el funcionario de salud es que, resulta prácticamente inevitable que, en algún momento, todos nos contagiemos con el virus, tal y como ha sucedido con las diferentes variantes de los virus respiratorios como el AH1N1.

Cuando se refiere a las pruebas rápidas, la doctora insiste casi como una receta que, para detener los contagios, deberían aplicarse de forma masiva, sin embargo, el planteamiento carece de evidencia científica. Si fuera el caso, Estados Unidos que ha realizado más de 600 mil pruebas por cada millón de habitantes; Brasil que ha aplicado casi 30 millones de pruebas; y Reino Unido que ha hecho 650 mil pruebas por cada millón de habitantes, ya podrían haber detenido el avance de la sindemia, algo que no ha sucedido.

Es más, las pruebas rápidas siguen sin mostrar su eficacia, ya que siguen arrojando falsos negativos y falsos positivos. Es decir, aunque el paciente esté contagiado, reporte negativo, y el caso contrario, que sin tener la enfermedad reporte positivo. Lo que nos lleva al papel de los pacientes asintomáticos, ya que tendrían que aplicarse millones de pruebas para el rastreo de los pacientes, y de esta variable ya existen datos científicos que provienen de la más reciente Encuesta Nacional de Salud Pública y Nutrición. Los datos de la encuesta muestran que el 25 % de las personas encuestadas ya estuvieron expuestas al virus, es decir resultaron positivos. El 20 % de las personas reportó síntomas compatibles con el Covid; otro 10 % arrojó síntomas leves, y un 70 % reportó no haber tenido síntomas de ninguna especie. Es decir, 7 de cada 10 personas podría considerarse como asintomáticas.

La pregunta sería entonces: ¿Se deben aplicar pruebas de forma masiva a todos quienes no presentan síntomas? Sin ser médico, parece un despropósito aplicar pruebas a rajatabla con una expectativa de eficacia a la baja.

El método científico obliga a quienes hacen ciencia en todos sus campos a observar, medir, experimentar y formular hipótesis que permitan dar claridad a un problema, en este caso, médico. La ciencia vive de datos claros y específicos que dan sustento a una narrativa sólida, pero sobre todo que, abone a la producción de conocimiento.

Por ello, se agradece el esfuerzo de la Dra. Ximénez que, preocupada por el curso de la pandemia haya decidido escribir sobre el fenómeno, sin embargo, resta valor a su trabajo que contenga una serie de adjetivos y calificaciones que en la academia no se permitirían, ya que carecen de valor científico, y que se traducen en un intento de linchamiento en donde el acusado es señalado por ser “soberbio e indolente” y porque su papel es “político y no científico”.

Al considerar que el Dr. López Gatell ha provocado un “daño irreparable”, la Doctora Ximénez, afirma de forma temeraria que, el subsecretario “ha tomado la decisión consciente de no hacerlo”, es decir, detener la pandemia, y aunque la profesora dice estar “segura” de que en la actuación de López Gatell “no hay dolo”, su trabajo refleja una carga emocional alejada del “rigor científico”.

La construcción de los procesos críticos resulta necesaria para lograr el avance del conocimiento, sin embargo, ante una sociedad con una mínima formación científica, que ha mostrado una recalcitrante necedad ante la presencia del virus, siempre serán bienvenidos los estudios claros y rigurosos, y también los que no lo son tanto, para alimentar la discusión y la actitud crítica.

En una democracia es central, la defensa de las libertades y del libre albedrío por encima del uso de la fuerza, pero culpar a una sola persona del desastre planetario y sus efectos locales, es por lo menos, un despropósito y una acción que exacerba y alimenta la división y la confrontación, lo que está alejado de un genuino propósito académico.

De la libreta

  • Ante la ausencia de líderes políticos, los partidos están recurriendo a la fórmula “Cuauthémoc Blanco”, que es buscar entre la farándula a candidatos con un potencial ganador, pero sin un ápice de preparación para gobernar. Un ejemplo, Paquita la del Barrio para diputada por Movimiento Ciudadano.
  • Desde la ciudad de Atlanta en los Estados Unidos, Ricardo Anaya, inició su carrera hacia la Presidencia para el 2024. Para empezar, sería interesante, digo para abonar a la transparencia, que dijera de donde salen los recursos para su campaña de largo aliento.
  • Revelador el libro de Francisco Cruz, “García Luna: El Señor de la Muerte”. Protegido de Felipe Calderón a quienes el autor señala de crear un “escuadrón de la muerte o pelotón de exterminio” para eliminar a sus enemigos.

@HectorHerreraAR