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Dice Hans Mathieu, director de la Fundación Ebert en México, que no puede haber democracia duradera sin crecimiento económico.

Porque solo el crecimiento económico permite que un gobierno democrático recoja de su sociedad los impuestos necesarios para crear un verdadero Estado de bienestar que equilibre las desigualdades del capitalismo y mantenga viva la democracia.

Mathieu no habla de una utopía irrealizable —crecimiento con igualdad—, sino de la experiencia histórica de la socialdemocracia europea, el experimento más acabado del mundo moderno para conciliar las diversas modalidades del mercado, porque no hay un mercado único, dice él, con las distintas capacidades de los Estados, porque no hay un Estado igual a otro.

Socialdemocracia, diría, es capitalismo competitivo con impuestos suficientes para pagar el bienestar social. Sin capitalismo no hay riqueza, sin riqueza no hay impuestos, sin impuestos no puede haber un estado de bienestar.

Estas ecuaciones básicas, hijas de una experiencia histórica comprobable, parecerían darle una nueva pertinencia en nuestro tiempo al equilibrio fundamental buscado por la socialdemocracia: mercados libres con inclusión social y estados rectores, sin opresión política.

La quiebra del consenso neoliberal, y la aparición consiguiente de alternativas que desafían los valores democráticos en Occidente, tienen una razón histórica.

A la era dorada del “capitalismo democrático”, capaz de inclusión social, dice Carles Boix, académico de la Universidad de Princeton, siguió el “capitalismo de Sillicon Valley”, de productividad alta pero de desigualdad rampante y erosión de los consensos democráticos previos, entre ellos, la credibilidad de los políticos y de los partidos tradicionales.

La quiebra del “capitalismo democrático” dio paso a la era populista en que vivimos. La quiebra tuvo una incubación larga, al menos desde los años 80, y su canto del cisne fue la crisis de 2008.

La agenda socialdemócrata tiene más que ofrecer al mundo populista de hoy que la agenda neoliberal de ayer. Su oferta sigue siendo capitalismo competitivo, gobiernos fuertes fiscalmente, estados de bienestar sustentables, duraderos.

Todo esto y algo más pudo escucharse ayer, en el Palacio de la Autonomía del Centro Histórico de CdMx, con motivo de los 50 años de la Fundación Ebert en México.

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