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Increíble la capacidad mexicana de generar incertidumbre sobre hechos claves de su vida pública. Mejor dicho: la capacidad de generar versiones encontradas cuyo rasgo común es la certidumbre en la falsedad de la versión contraria.

Tenemos en la sartén al menos tres casos de creer o no creer.

Primero: lo sucedido en el pueblo michoacano de Tanhuato, donde el 22 de mayo pasado, en un operativo contra presuntos criminales, la Policía Federal mató a 42 y tuvo solo una baja en sus filas. ¿Ejecuciones extrajudiciales o eficacia policiaca?

Segundo: los peritos internacionales del caso Ayotzinapa han echado una cubetada de dudas sobre la versión oficial de la Procuraduría General de la República.

Su alegato mayor es contra la posibilidad de que los 43 normalistas desaparecidos durante la sangrienta noche del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, hayan sido quemados en el basurero vecino de Cocula. Si esta siniestra pira no pudo suceder, la versión de la PGR se desmorona de atrás hacia delante, pues su narración tiene sentido solo si termina ahí.

Tercero: cientos de reputados periodistas y escritores de todo el mundo han sostenido en un desplegado que los cinco homicidios registrados en un departamento de la colonia Narvarte, donde fue muerto el fotoperiodista Rubén Espinosa, forman parte de los atentados contra la libertad de expresión y contra la vida que han golpeado estos años, severamente, las filas del periodismo mexicano.

Los detenidos del caso van explicando el hecho como un salvaje ajuste de cuentas entre narcomenudistas. Estos habrían encontrado en su camino homicida a cuatro víctimas incidentales, entre ellas el periodista Espinosa y su amiga, Nadia, ambos amenazados por el gobierno de Veracruz.

No hay cómo establecer contundentemente la verdad en ninguno de estos casos: ni la autoridad ni los medios han podido hacerlo. Probablemente no podrán.

Lo que yo creo es que en Tanhuato hubo ejecuciones extrajudiciales, que la quema de los cuerpos en el basurero de Cocula sucedió tal como lo confesaron sus autores a la PGR y los homicidios de la Narvarte fueron un caso más de la obscena realidad aparte que es el narco.

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