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Febrero del 2008, el mundo empezaba a sentir los efectos de la Gran Recesión mundial, aquella provocada por la crisis hipotecaria y bancaria de Estados Unidos. En una entrevista, el entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, pronosticaba que las dificultades económicas que en ese momento se veían en la economía estadounidense habrían de provocar sólo un catarrito en México.

Carstens, y su madera de profesor, siempre ha gustado de las analogías para dejar claro su punto. Y en ese momento, inicios del 2008, optó por retomar la leyenda del estornudo estadounidense y la pulmonía mexicana para lanzar el pronóstico que era válido en ese momento: un efecto moderado para México de una condición financiera que no aparecía como algo mayor en la economía del vecino del norte.

El tamaño del boquete provocado por la avaricia de encontrar ganancias financieras en papel basura fue de tal dimensión que nadie alcanzó a ver sus alcances. Vamos, ni el gobierno de Estados Unidos, que inicialmente minimizó el impacto y dejó quebrar al banco de inversión Lehman Brothers y después acabó rescatando hasta fabricantes de autos.

Se generó entonces una crisis financiera global que hoy está en los libros de texto. A México le costó un derrumbe económico en el 2009.

Podemos decir que las mediciones de un tecnócrata consagrado como Agustín Carstens daban en el momento de la declaración el escenario de un catarrito. El resto es historia y un estigma para la biografía del hoy gerente general del Banco de Pagos Internacionales.

Ahora, desde ese neoliberalismo que ya se acabó, llega un alto funcionario de la 4T a minimizar el impacto económico actual y lo ubica en los terrenos de las analogías peligrosas, esas que amenazan con tatuarse en la piel de quien lo declara.

Alfonso Romo, jefe de la oficina de la presidencia, acuña el término cachetadita para definir el trato que la condición económica le ha dado al arranque de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Porque aquí no hay el contagio viral involuntario del catarrito de Carstens, en la cachetada de Romo habría dolo de golpear, así fuera de manera tenue, a la economía mexicana en los tiempos de la 4T.

Y con ganas de analizar cuáles fueron las razones que llevaron a la economía a un desempeño económico negativo durante el primer trimestre de este año, podemos encontrar más un golpe autoinfringido que una economía mundial cacheteando al Producto Interno Bruto mexicano.

Porque el que solía ser el motor del crecimiento industrial mexicano, Estados Unidos, va en un caballo galopante a la velocidad del ganador del Derby de Kentucky. Pero, así como el descalificado ganador de la famosa carrera, el gobierno de Trump va estorbando en el camino a otros caballos económicos. Valga la analogía por aquello de que a Romo le encantan los caballos.

No parece haber las condiciones para un escenario recesivo de la economía, no por ahora. Pero si eventualmente se da en el ciclo económico esta condición, quedará la expresión de la cachetadita para la posteridad, como una justificación tecnócrata, neoliberal y neoporfirista emergida desde el corazón de la 4T.