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Cada peso que el gobierno gasta en subsidios a los combustibles puede destinarse a programas adicionales.

Los más satisfechos con los incrementos mensuales a los precios de las gasolinas deberían ser aquellos políticos que se dicen defensores de los pobres y las causas sociales. Pero no, son los más indignados y son los que lograron posicionar esta medida gubernamental con el mote de gasolinazos.

Para el uso electoral es mucho más rentable hacer enojar a los automovilistas que pagan cada mes más pesos para llenar sus tanques que explicar que cada peso que el gobierno gasta en subsidios a los combustibles pueden ser recursos adicionales para programas sociales.

Las cifras son de escándalo. Este año, hasta mayo pasado, se habían destinado casi 25 mil millones de pesos para completar el tanque de los privilegiados que tienen automóvil.

Parece una propina comparado con los 105 mil 287 millones de pesos destinados el año pasado del gasto público a los subsidios de la Magna, Premium y el diésel. Y súmele los indecorosos 222 mil 750 millones de pesos de subsidios a las gasolinas durante el 2012.

No todo ese dinero quemado del gasto público llega a los tanques de los vehículos particulares, una parte cubre los cientos de miles de litros que regala Pemex a sus trabajadores y cubre las pérdidas por robo a esa empresa pública, entre otras mermas del todavía monopólico sector energético.

Desde la perspectiva de un consumidor, excluyendo la parte de impuestos y costos de manejo, hoy las gasolinas son más caras en México que en Estados Unidos. Aquí los números: el promedio del costo de la gasolina regular en aquel país es de 3.42 dólares por galón, equivalentes a 11.20 pesos por litro.

La gasolina Magna, de menor octanaje pero de mayor consumo, cuesta hoy 12.95 pesos por litro o 4 dólares por galón.

Durante buena parte del año los precios han sido superiores o al menos iguales entre los dos países; sin embargo, los subsidios se mantienen. Así que ahí hay una fuga de recursos que atender en la cadena entre la producción-importación y la venta final.

Para el próximo año sabemos que se terminarán estos deslices mensuales superiores al promedio de aumento de la inflación. Esto es una buena noticia para los consumidores y de paso para el Banco de México que tanto se ha quejado de esta política pública tan altamente inflacionaria.

No deberían desaparecer los gasolinazos hasta que los precios no alcancen el nivel que deban tener en el mercado mexicano, que no tiene que ser idéntico al precio de Estados Unidos. Allá hay menos robos y competencia.

Al mismo tiempo, tienen que combatirse las otras pérdidas de Pemex, porque es un crimen gastarse el dinero así de mal cuando sobran las carencias.

Y de paso, si las gasolinas van a subir conforme a la inflación, deberían al menos repartir el incremento en cuatro ajustes, para no recetar un ramalazo único que desate otros demonios inflacionarios.

No son nada populares los incrementos mensuales que triplican la inflación, pero si corrigen el criminal gasto de recursos públicos en las gasolinas, la realidad es que no pueden ser tan malos los gasolinazos.