La buena: los institutos electorales operaron tan bien como suelen hacerlo y lo harán mejor aún en 2024…
La irrebatible victoria electoral de Delfina Gómez en el Edomex y el estrepitoso fracaso en Coahuila de su compañero de viaje, Armando Guadiana, confirman que “el noble oficio de la política”, como suele definirlo el presidente López Obrador, es con frecuencia un muladar donde lo que parece “lógico” no tiene sentido.
En lo personal no sé de alguien que simpatice con el Partido del Trabajo; conozco a dos o tres militantes del Verde Ecologista, a varios del PRD y más del PRI y el PAN, pero juntos no suman tantos como los de Morena, y por lo mismo no entiendo que al partido mayoritario no le bastaran los votos que sacó: dos millones 184 mil para que ganara su cuestionable candidata y resultara decisivo el más de un millón que obtuvieron sus dos parasitarios aliados (460 mil el PT y 623 mil el PVEM) para alzarse con “la joya de la corona” electoral del país con un total de tres millones 267 mil frente a los dos millones 622 mil de la coalición opositora.
Comprendo mejor ahora el astuto arreglo de última hora en Coahuila para dejar colgados de la pancarta a los ex candidatos Ricardo Mejía Berdeja y Lenin Pérez Rivera, a fin de asegurar la coalición de Morena y sus rémoras para las elecciones presidenciales del próximo año.
En las del domingo pasado por lo visto, independientemente del resultado, la mayoría de los votos que obtuvo el cuatroteísmo no parece tener una relación directa con los candidatos, sino con la indiscutible popularidad y prominencia de López Obrador y el abstencionismo.
De otra manera, cabe preguntar por qué la mayoría de los mexiquenses que acudió a las casillas (menos de la mitad del padrón) dio su apoyo a Nuestra Señora de los Diezmos.
Si bien es cierto que la profesora vive jurídicamente impune, pese a que encabezó el robo (consuetudinario y vía nómina) a medio millar de trabajadores del ayuntamiento de Texcoco, 10 por ciento de su salario durante tres años, por un monto total superior a 11 millones de pesos (“para nuestro movimiento”, reconoció AMLO), y que más de dos millones fueron a engrosar las arcas de Morena; que por lo mismo este partido fue multado por las autoridades electorales con más de cuatro millones de pesos y que hasta la fecha se desconoce dónde quedaron entre ocho y nueve millones de aquel crimen y que en el primero de sus debates con Alejandra del Moral Delfina reconoció el hecho, pero responsabilizó a su partido y se lavó las manos, ¿alguien duda de su “probable responsabilidad” en un delito electoral?
¿Qué explicación racional, sociológica quizá, se le puede dar al respaldo ciudadano para ejercer un cargo público relevante a una persona palpablemente implicada en un acto de corrupción, abuso y saqueo a cambio de que las víctimas conservaran su empleo?
El querido Manuel, El Meme Garza, me decía: “Si los pueblos tuvieran los gobiernos que merecen, los gobernantes serían peores”.
La buena: los institutos electorales operaron tan bien como suelen hacerlo y lo harán mejor aún en 2024…