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La coincidencia en el tiempo luce muy afortunada. Cuando al gobierno del presidente Peña Nieto y al secretario de Gobernación Osorio Chong se les va agotando el discurso para maquillar las malas noticias en robos, secuestros, extorsiones, la esperada nueva policía aparece en escena.

El viernes se presentará por fin la División de Gendarmería. Los 5 mil elementos tendrán un convivio familiar el sábado y dentro de ocho días, lunes 25 de agosto, se desplegarán en acción.

Como el nombre lo indica, será una División de la Policía Federal, al mando de un civil subordinado al comisionado Enrique Galindo. Se proyecta que crezca a un ritmo de 5 mil elementos cada año, para cerrar el sexenio con 20 mil efectivos.

No se trata de un grupo de élite con misiles tipo video game, rangers y aparatosos desplazamientos, sino de una fuerza especializada de proximidad, cuyo objetivo esencial será proteger los ciclos productivos en las distintas regiones del país.

Para eso nace la Gendarmería: para evitar que el ciclo del aguacate en Michoacán, o el del algodón en Sinaloa, o los del autotransporte en Tamaulipas sean diezmados por los criminales. Para garantizar los procesos de preparación, producción, distribución y, en ciertos casos, comercialización.

Suena a poca cosa en la narrativa bélica de los últimos años, pero si la División de Gendarmería tiene éxito, el rostro de México podría transformarse dramáticamente para bien. Basta imaginar diez años de buena producción, segura, en Michoacán, Zacatecas, Durango, la comarca lagunera, Veracruz…

Veremos. Nacen el viernes. Debutan el lunes.