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Una de las habilidades discursivas de López Obrador, una de sus mayores fortalezas políticas, es la de crear realidad con lo que habla. Inventa, acuña, bautiza, inaugura creencias y sentimientos con sus palabras.

Lleva todo este tiempo en el gobierno haciendo hablar a su sociedad, como de hechos reales, de cosas que solo existen por lo pronto en su discurso.

Lo mismo pone de moda dichos que insultos, que entelequias históricas o futuros deseables.

La mayor de sus creaciones en el ejercicio de este talento es, desde luego, la fórmula Cuarta Transformación, la promesa de un gran futuro deseable que empieza a ser presente por el solo hecho de ser formulado.

No deja de ser un hallazgo: nombrar un cambio histórico mayúsculo que se anticipa a su propia historia y se vuelve realidad antes de ser historia. En la anticipación está la promesa, el embrujo, la magia.

De pronto, estamos frente a una realidad política llamada la Cuarta Transformación, a favor o en contra de ella, pero conversando bajo su sombra, chapoteando en las aguas de su innegable realidad pública.

Desde luego, no podemos decir que estamos frente a una transformación histórica si esta no se ha cumplido.

Estamos en realidad, estuvimos ayer, durante el informe, también adelantado, de López Obrador, frente a un nuevo gobierno apresurado e inexperto, que lleva solo siete meses en el poder y no ha podido ofrecer una respuesta sólida, medible, a los problemas fundamentales del país: ni a la corrupción, ni a la inseguridad, ni al bajo crecimiento económico.

Su actuación económica ha sido la peor, por la destrucción de valor que ha provocado y su incierto futuro.

Quizá el mensaje mayor del informe de López Obrador sea su estrategia contra la desigualdad y la pobreza. Solo en esa parte del discurso las cifras alcanzan el tamaño suficiente para pensar en un posible gran cambio.

Me refiero a los beneficiarios de los programas sociales del nuevo gobierno. Sus enormes cifras anunciadas dibujan una sociedad futura de millones de mexicanos improductivos, pero pensionados, becados o subsidiados por un Estado sin un proyecto de crecimiento económico que le permita sostener esos subsidios.

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