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¿Sabía usted que entre las páginas de la Biblia se resguarda un canto de amor humano colmado de carnalidad y erotismo? El Cantar de los cantares es un libro brevísimo —bastan sus mil 250 palabras para mostrarnos la sensualidad y la fuerza erótica entre dos amantes. Se ostenta como un texto de Salomón pero fue escrito por un autor anónimo (o varios), tal vez en el siglo III, y podría venir de culturas extrabíblicas de Egipto o de Mesopotamia. En la Biblia hebrea (Tanak) se encuentra entre los “Escritos” y su lectura es propia de los tiempos de la Pascua. En el sínodo de Yabne en el año 90 d.C., el rabino Aqiba declaró: “El mundo entero no es digno del día en que el Cantar de los cantares fue regalado por Yahvé a Israel”.

El texto tiene tres partes: en la primera, la sulamita (Ella) está enferma de amor y desea las caricias de su amado (Él). En la segunda parte, ambos amantes están separados y se buscan con ansias. En la tercera se unen para siempre por medio de la carne y del corazón. A través de la historia, el texto levantó las cejas de los más puritanos debido a su “desmesura”. La práctica cristiana dictó que los profetas hablaron con metáforas tomando como ejemplo su experiencia conyugal para predicar la alianza de Dios con su pueblo: Israel se convierte en la Amada de Él, brindándole así, un tono moralizador.

En el canto de los amantes la mujer es quien toma la iniciativa y no busca procrear sino encontrar la paz entre los brazos del hombre al que ama. Sin posesión alguna se buscan en cabal libertad, con afecto y respeto. La sulamita lo nombra a él Amado y él tiene diferentes formas de llamarla a ella: compañera, hermosa, paloma, amada, hermana, novia, amiga, preciosa. Los olores que se desprenden del poema entran por la nariz de los lectores: hierbas aromáticas, nardo, azafrán, clavo de olor, incienso, canela, mirra.

Los amorosos se dicen:

Ella: “¡Que me bese con los besos de su boca! Tus amores son un vino exquisito, suave es el olor de tus perfumes”. “Llévame, oh Rey, a tu habitación para que nos alegremos y regocijemos, y celebremos, no el vino, sino tus caricias”. “Amado mío, ¡qué hermoso eres, qué delicioso! Nuestro lecho es solo verdor”. “Yo soy para mi amado y su deseo tiende hacia mí”. “Porque es fuerte el amor como la muerte, y la pasión, tenaz como el infierno”.

Él: “¡Oh mi amor, ¡qué bella eres, qué bella eres con esos ojos de paloma!”. “Me robaste el corazón, hermana mía, novia mía, me robaste el corazón con una sola mirada tuya”. “Más delicioso es tu amor que el vino”. “Aparta de mí tus ojos porque me cautivan”. “La curva de sus caderas es un collar hecho por manos de artistas”. “Sean tus pechos como racimos de uvas y tu aliento como perfume de manzanas”.

Quien ama comprende el sentido de la vida. El cubano José Antonio Méndez lo cantó así casi dos mil años después: “Bendito Dios porque al tenerte yo en vida, no necesito ir al cielo tisú, si alma mía, la gloria eres tú”.

Y sí, el amor se nota.