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Ya estamos en la Semana Santa y no hay en las agendas económicas algún dato importante que se pudiera conocer en estos días. La semana pasada fue intensa en la publicación de datos económicos y quedaron pocas cifras por conocer, algunos serán relevantes.

Tendremos los datos habituales de la semana, quizá el adicional de los datos del Inegi de la inversión fija bruta y del Banco de México, la encuesta de expectativas de los analistas privados; ambos el miércoles. Pero realmente nada cuya publicación pueda alterar la actividad financiera, que por lo demás estará a medio gas en estos días.

En Estados Unidos se publica mañana la confianza de los consumidores del Conference Board y el ISM manufacturero. La estrella de los datos de la semana será la nómina no agrícola del viernes. Dato importante para las previsiones de lo que viene de junio en adelante en materia monetaria en Estados Unidos.

Ya tendrá tiempo el mundo de digerir esta noticia el lunes de Pascua, porque en buena parte de las plazas financieras del mundo sí paran actividades por los días santos.

Entonces, si nos atenemos a las agendas, podríamos tener una semana tranquila.

Sin embargo, es lo que está fuera de las previsiones lo que puede alterar la paz de estos días de guardar.

Hay en curso un conflicto en Yemen que tiene implicaciones globales. De entrada, involucra a naciones como Arabia Saudita e Irán y se desarrolla en una zona que produce 25% del petróleo que consume el mundo.

Es una guerra sectaria en donde hay grupos radicales involucrados, apoyados directamente por Irán, que buscan extender su dominio por esta nación que aparentemente había salido muy bien librada de la primavera árabe.

Del otro lado está Arabia Saudita y su aliado Estados Unidos, que han iniciado bombardeos en la capital yemení, lo que ha costado vidas civiles y una creciente tensión en una zona tradicionalmente turbulenta.

Ya nuestros internacionalistas nos podrán explicar en las páginas de nuestro querido diario El Economista cuáles son los orígenes de un conflicto que parece tan grave como repentino, pero lo que por ahora hay que ver con preocupación son los efectos financieros.

La posibilidad de una incursión terrestre en este conflicto podría llevar a los precios del petróleo a tener alzas especulativas en los mercados que eleven los precios de las gasolinas y aparezcan presiones inflacionarias repentinas que por lo menos alteren los nervios de los participantes de los mercados por la amenaza de cambio en la política monetaria de Estados Unidos.

Una de las mediciones cuantitativas que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) seguirá en estos meses para determinar la velocidad y oportunidad de aumento de sus tasas de interés será la inflación.

Los precios de los energéticos no tienen condiciones estructurales para subir por un buen tiempo, pero la especulación siempre puede hacer presa de un mercado y presionar lo suficiente la inflación como para temer el adelanto de las decisiones de la Fed.

No hay que olvidar que uno de los grandes temores financieros contemporáneos es cuándo dará el banco central de Estados Unidos el primer disparo de aumento en las tasas. El Golfo Pérsico podría condicionar esos tiempos.

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