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La tormenta perfecta que azota a las economías emergentes desde hace varios meses se ha intensificado de manera crítica en las últimas semanas con la recaída en el precio del petróleo.

Esta tormenta perfecta se ha generado por una combinación de factores que incluye: i) el comienzo de la normalización en la política monetaria de la Reserva Federal (Fed); ii) una caída estrepitosa en los precios de las materias primas y notablemente el petróleo; y iii) la desaceleración del crecimiento económico a nivel global.

La fuerte caída en los precios de los commodities, y en particular la de los precios del petróleo, ha tenido un triple impacto en varias economías emergentes. Por un lado, la producción industrial y, por ende, la actividad económica en general se ha visto muy golpeada por la reducción en el valor económico de la extracción y comercialización de materias primas. Por otro lado, la reducción en el valor de las exportaciones de materias primas ha provocado un deterioro importante en las cuentas corrientes de varios países.

En tercer lugar, las finanzas públicas de varios países se han visto fuertemente mermadas por la disminución en los ingresos provenientes de la comercialización de materias primas. Aunque en los momentos de crisis los vaivenes de los mercados no suelen discriminar, es importante destacar que dentro de los mercados emergentes hay quienes son mucho más vulnerables a esta tormenta perfecta.

Sin duda, los países más golpeados han sido aquellos donde la actividad económica, las exportaciones y las finanzas públicas están más ligados a las materias primas. En este grupo están Brasil, Rusia, Colombia y Sudáfrica. Por otro lado, están los países cuyo ciclo económico está más ligado a la manufactura de productos de valor agregado y el consumo doméstico como Corea, Taiwán, India e inclusive México.

El caso de China es aparte, ya que su desaceleración está más ligada con la transición de su modelo económico que otra cosa. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, la recaída en los precios de las materias primas y la normalización de las tasas de interés en Estados Unidos amenazan con detonar una crisis de emergentes de proporciones similares a la de 1997-1998.

No obstante, hay importantes diferencias que podrían mitigar el riesgo de una reedición de la crisis de 1997-1998. Primero, a excepción de la Fed, ninguno de los principales bancos centrales del mundo desarrollado está por restringir su política monetaria acomodaticia ni recortar sus programas de inyecciones de liquidez durante los próximos 18 meses.

Segundo, a pesar del incremento en los niveles de apalancamiento del sector público y privado, estos permanecen considerablemente por debajo de los observados en 1997 y están menos concentrados en grandes corporativos. Tercero, el desarrollo de los mercados locales ha permitido que buena parte del financiamiento del sector público y privado sea interno y denominado en moneda local.

Cuarto, los sistemas bancarios locales son mucho más robustos y están mejor capitalizados que en 1997. Quinto, la mayoría de las economías emergentes tienen ahora un sistema de tipo de cambio flexible, permitiendo a esta variable actuar como amortiguador de parte del choque externo. Sexto, aunque la Fed está por comenzar a normalizar su política monetaria, lo más probable es que lo haga de manera sumamente gradual.

Todo esto nos lleva a pensar que una reedición de la crisis de 1997 es posible pero no muy probable. Sin embargo, de ocurrir, el peso específico de los mercados emergentes en la economía global ha crecido tanto con respecto a 1997 que una crisis emergente sería detonador de una recesión global.