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En la edición de Sin Fronteras del pasado 29 de julio mencionamos que la Fed, más pronto que tarde, debería comenzar a hablar públicamente de un calendario de normalización de su postura monetaria.

Asimismo, comentamos que esto podría suceder en el Simposio de Jackson Hole de finales de agosto o hasta el próximo anuncio de política monetaria, el 22 de septiembre. Sin embargo, durante su intervención de ayer 4 de agosto, miércoles en un evento organizado por el Peterson Institute for International Economics, el vicegobernador de la Fed Richard Clarida se adelantó a reconocer que la Fed ha comenzado ya a analizar el camino para iniciar el retiro gradual los estímulos monetarios.

Asimismo, Clarida dejó claro que dicho análisis apunta a que la Fed podría comenzar a reducir su programa de inyecciones de liquidez (es decir comenzar con el tapering) hacia finales de este año y que el primer incremento en la tasa de interés de referencia podría ocurrir a principios del 2023.

Aunque el mercado ya venía asignando una mayor probabilidad a un escenario como el mencionado por Clarida, el reconocimiento explícito por parte del vicegobernador es trascendental.

Vale la pena recordar que a finales de mayo, en una entrevista otorgada a Yahoo Finance, el mismo Clarida subrayaba que la Fed estaba más preocupada por avanzar en su objetivo de pleno empleo que por el repunte de la inflación y que el banco central esperaría a ver avances sustanciales en el mercado laboral antes de cambiar su postura monetaria.

En su intervención de ayer, el vicegobernador reconoció que la situación del mercado laboral ha mostrado progreso importante hacia la meta de pleno empleo y que si la actividad económica mantiene su trayectoria esperada durante los próximos meses, estaría a favor de anunciar un ajuste a la baja en el programa de inyecciones de liquidez hacia finales de este año.

El reconocimiento explícito de Clarida, hace pensar que los avances en la actividad económica y el mercado laboral, aunados al repunte inflacionario, han comenzado a alterar el análisis del balance de riesgos de la Fed y que el banco central podría estar más preocupado de lo que acepta por el repunte de la inflación.

Aunque en su presentación de ayer Clarida volvió a reafirmar que la narrativa de que el repunte en la inflación es de carácter temporal, también admitió que si el indicador de inflación subyacente usado por la Fed (el core PCE) se mantiene cerca o arriba de 3% hacia finales de este año, eso representaría un desvío importante del objetivo de 2% que podría obligar a la Fed a replantear su calendario de normalización de política monetaria.

Clarida dijo que si el core PCE se mantiene entre 2.6 y 2.5%, en el 2022 y el 2023 y las expectativas de inflación de largo plazo permanecen bien ancladas en 2%, entonces la Fed difícilmente subirá las tasas antes de principios del 2023.

Los comentarios de Clarida refrendan la percepción de que la Fed, bajo su nuevo marco de política monetaria que tolera un nivel de inflación por arriba de su objetivo central, está dando mayor prioridad a los datos que se van publicando con respecto a las expectativas propias de la Fed (es decir el proceso de toma de decisiones se ha vuelto más outcome-based que outlook-based).

La intervención de Clarida ha reforzado la expectativa de los mercados de que el anuncio del tapering se dará en Jackson Hole a finales de este mes y que su inicio será a finales de este 2021 mientras que la tasa de interés de referencia se mantendrá sin cambios hasta principios del 2023.

Sin embargo, a menos de que la pandemia nos de una nueva sorpresa negativa significativa, el riesgo principal es que la Fed adelante su calendario de normalización considerablemente dependiendo del desempeño de los datos de empleo e inflación de los próximos meses.

En la opinión de este columnista, el comportamiento de la inflación subyacente hacia finales de este año y principios del 2022 podrían obligar a la Fed a subir la tasa de referencia tan pronto como la primera mitad del 2022.