La medición de Salinas puso fin a “La crisis de los Balseros”, evitó un bloqueo naval a la isla y consiguió que Washington otorgara 20 mil visas anuales a cubanos, mediante la reactivación de un antiguo convenio de reunificación familiar
Ahora que dice que se decidió a hacer diplomacia de altos vuelos, y escogió para eso ayudar a resolver el diferendo Washington-La Habana, el presidente no encontrará mejor maestro que Carlos Salinas, quien hizo la última gran jugada diplomática de México.
El presidente dijo ayer que se propondrá como mediador entre Estados Unidos y Cuba para poner fin al embargo provocado en 1960, porque Fidel Castro no le pagó a empresarios estadounidenses y cubanos 10 mil millones de dólares, por expropiarlos.
Ojalá que el presidente se anote un punto en su cruzada, pues fue en el contencioso cubano estadounidense que México brilló por sus exquisitas maneras diplomáticas, gracias a la fineza de estadista del expresidente Salinas.
Durante la “Crisis de los Balseros”, en agosto de 1994, el entonces presidente Bill Clinton amenazó: “Fidel Castro me hizo perder una reelección (Arkansas 1982); no me hará perder otra”. Fidel Castro se lo creyó, y le escribió a Salinas para que lo ayudara.
Fidel le envió a Salinas una carta en máquina eléctrica, firmada el 22 de septiembre de 1994, en La Habana:
“Ojalá usted pueda convencer a nuestro ya casi común amigo. La normalización entre ambos países es la alternativa; un bloqueo naval no resolvería nada, una bomba atómica, para hablar en sentido figurado, tampoco. Hacer estallar a nuestro país, como se ha pretendido y todavía se pretende, no beneficiaría en nada los intereses de Estados Unidos”.
Fidel pidió un acuerdo migratorio de 20 mil visas para cubanos y el fin del embargo, porque era por éste que los cubanos huían. Clinton aceptó, pero sólo si abordaban aspectos de la política cubana que eran los que obligaban a los cubanos a huir. Fidel se negó.
Salinas desató el nudo al convencer a Fidel Castro de que, mezclar el tema del embargo con el migratorio, lo obligaría a tratar puntos que podrían cuestionar la política interna y, con ello, la soberanía de Cuba. Fidel Castro le hizo caso, y la negociación pudo fluir.
El dictador cubano le agradeció a Salinas: “No olvidaré nunca sus diáfanas y categóricas palabras cuando le expresé mis preocupaciones de que alguien pretendiera en cuestiones que atañen a la soberanía de Cuba”.
Y agregó: “Querido amigo, agradezco su inteligencia, su precisión, su eficiencia, su seriedad; en la negociación, los intercambios fueron rápidos y también sus respuestas”.
La medición de Salinas puso fin a “La crisis de los Balseros”, evitó un bloqueo naval a la isla y consiguió que Washington otorgara 20 mil visas anuales a cubanos, mediante la reactivación de un antiguo convenio de reunificación familiar.
Hoy, falta ver si el actual presidente posee los talentos de Salinas.
Al menos en el tema cubano estadounidense.
Tendrá que demostrarlo.