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La visita Cuba demostró cuán comprometida está la independencia del presidente mexicano ante Washington y La Habana: a la vez que condenaba el embargo en la isla, entregaba buenas cuentas a Biden, con casi un millón de migrantes detenidos que iban a EU.

En ese círculo vicioso está atrapado el presidente: funcionar de muro fronterizo silencioso a la Casa Blanca, con 30 mil soldados mexicanos taponeando migrantes, a cambio de oídos sordos a su bla bla bla ideológico de apoyo moral a los camaradas cubanos.

Peor aún: mientras condenaba el embargo en La Habana, le aceptaba a Biden recibir migrantes cubanos para deportarlos, con lo cual revienta a la dictadura, que justamente rompe el embargo con los cubanos que llegan a Miami y le mandan dólares enseguida.

Los cubanos de Miami envían dos mil millones de dólares en remesas anuales, que constituye un dos por ciento del PIB de la dictadura. De cuatro millones de hogares en Cuba, casi dos millones reciben remesas, a un promedio de dos mil dólares por hogar.

En un operativo montado en La Habana para romper el embargo, el dictador Daniel Ortega eliminó la visa a los cubanos para que, desde allí, vía territorio mexicano, lleguen a Miami y refloten a la isla con sus remesas.

Hasta ahora, México ha ayudado a Cuba mirando para otro lado y dejando atravesar el país a 110 mil cubanos en el último año. Sin embargo, el jueves el presidente mexicano le aceptó a Biden recibir para deportar a 100 migrantes cubanos diarios.

A cambio, el presidente mexicano pudo darse vuelo en su retórica antiestadounidense para contentar a sus seguidores, con superficialidades ideológicas de café con leche, como que la unidad latinoamericana es esencial frente al declive de EU y bla bla bla.

Incluso, dijo que si los cubanos se levantan en contra del gobierno, debido a la asfixia económica del embargo estadounidense, ello sería “un triunfo vil y canalla” de Washington. Aunque se autocorrigió muy rápido: “No creo probable población se levante”.

El problema es que, por el bajón económico provocado por la 4T, México depende más que nunca del T-MEC, y no puede ayudar a sus amigos cubanos por vía legal, porque incordia a la Casa Blanca. Entonces explotan casos como el de Segalmex.

Alex Saab, un prestanombres de Nicolás Maduro, ejecutó con esta dependencia del gobierno mexicano un entramado ilegal, que movió millones para violar las sanciones de Estados Unidos a Venezuela.

Según una investigación que tiene preso a Saab en Miami, éste le compró a Segalmex alimentos por 64 millones de dólares y se los envió a Maduro, quien los usó para meterlos en sus programas sociales para cooptar votos, y fondear a Cuba.