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No son los mismos alcances de una revisión que de renegociación del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, la única variable que puede quitarle el significado a ambos conceptos se llama Donald Trump.

La revisión es el procedimiento que inició la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos y que de inmediato siguió el gobierno de México que desde ayer inició consultas internas sobre el tema.

Todo eso es lo esperado, es parte del artículo 34.7 del propio T-MEC que contempla estas revisiones conjuntas periódicas para evaluar la implementación y funcionamiento del acuerdo, además de identificar los posibles ajustes o mejoras.

Todo muy bien hasta ahí, de hecho, está marcado que en algún punto los responsables del comercio de los tres países se reúnan para plantear sus preocupaciones y sugerencias para la siguiente fase del acuerdo, antes de su siguiente revisión.

Renegociar el acuerdo son palabras mayores. A pesar de que el propio T-MEC tiene reglas de terminación, sentarse de nuevo a la mesa es producto de una determinación política que hoy podemos ver perfectamente bien en el actuar del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Renegociar es cambiar de fondo los términos del pacto comercial, con una hoja en blanco y los equipos técnicos de los dos, o tres países, con ofertas y demandas nuevas de asociación y con la intervención de los poderes legislativos.

Incluso una renegociación sería comprensible ante los cambios políticos radicales tanto en México como en Estados Unidos. Es entonces cuando entra en escena el factor Trump.

En México, la autollamada Cuarta Transformación ha desmontado una parte importante de la vida institucional y democrática del país, pero han defendido a capa y espada el libre comercio, sí, ese que impulsó Salinas de Gortari. ¡Y qué bueno!

Donald Trump ha moderado sus embates en contra del libre comercio, pero no deja de usar el arma de los aranceles como medida de presión contra otros países.

Entonces, sería milagroso que todo terminara en una revisión del T-MEC como lo prevé el propio acuerdo, porque eso limita los alcances de imponer nuevas condiciones.

Sin embargo, una revisión al estilo Trump implica mezclar temas no comerciales, una posición alevosa y seguramente dispar.

El gobierno mexicano ha despejado el camino para justificar lo que a todos conviene: una alianza de América del Norte frente al poder comercial de China, ahora de la mano de Rusia e India.

El expediente migratorio ha logrado las imágenes para la televisión que quiere el gobierno estadounidense. Ahora el tema es poder dar cabida a miles de inmigrantes que ya tienen como destino nuestro país.

Aplicar aranceles a una larga lista de productos chinos cierra una importante puerta de consumo para el mercado mexicano, pero abre la posibilidad de mantener un vínculo comercial, eventualmente aduanero, con Estados Unidos.

El tráfico de drogas, de fentanilo, y el descomunal poder que tiene el crimen organizado, con todo y sus lazos con el poder político, se mantienen como un punto débil de las condiciones de Trump.

La lógica de la relación comercial norteamericana, el sentido común y muchos de los hechos indican que es posible una revisión del T-MEC. Pero estamos hablando de Donald Trump.