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Creo que coincidiré con muchos en que la presidenta Sheinbaum estrenó mal su acierto diplomático del lunes, con su desinvitación, el martes, de la Suprema Corte a la ceremonia conmemorativa de la Constitución de 1917, esta mañana en Querétaro.

Al explicar su desinvitación, la Presidenta dijo que la “razón era obvia”, pero de inmediato pareció entender que no era tan obvia, pues si algo obvio hay en la Constitución que nos rige es que México es una República con división de poderes, y que esos poderes son tres: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, siendo la Suprema Corte la encarnación sustantiva de este último.

Bueno, pues precisamente en el día en que se celebra esta Constitución republicana de tres poderes, la Presidenta ha organizado una ceremonia de sólo dos, ambos dominados por su partido.

Ya esto es una mutilación ceremonial que no puede imponerse sin desvirtuar simbólicamente la esencia de la palabra República consagrada en la Constitución.

La Presidenta agregó, como razón de su descortesía, que los poderes debían tenerse “respeto entre sí” y que la Corte le ha faltado al respeto al Ejecutivo, y que esa falta de respeto justifica la falta de respeto recíproca de no invitar a la Corte a la fiesta de la Constitución.

Como si la fiesta fuera una fiesta privada del Ejecutivo y éste pudiera invitar sólo a quienes lo respetan.

Extraña noción de “respeto”. En un sentido estricto, fundacional, los poderes de la Unión de una República no existen para “respetarse”, sino para contenerse y equilibrarse entre sí, lo cual implica frecuentes roces, choques y un forcejeo institucional de constantes ajustes y desacuerdos.

Se trata, precisamente, de que los poderes se vigilen unos a otros, difieran entre sí, se pongan límites, en especial el límite de cumplir la ley, defender con vigor sus potestades y no dejarse avasallar o capturar por los otros.

Cuando alguien, persona o grupo, se apropia de dos poderes de la Unión, escribió James Madison, estamos en el supuesto de una tiranía.

La presidenta Sheinbaum ha desinvitado a la fiesta de la Constitución al único poder de la República que su partido no domina. Mala idea.