Seguramente será en el patio central de Palacio Nacional. El salón Adolfo López Mateos de Los Pinos es bueno pero insuficiente para un evento del tamaño de la promulgación de la reforma energética, que es la estrella del sexenio. Tendrá que ser en un marco esplendoroso, donde el gobierno federal se deje ver en todo … Continued
Seguramente será en el patio central de Palacio Nacional. El salón Adolfo López Mateos de Los Pinos es bueno pero insuficiente para un evento del tamaño de la promulgación de la reforma energética, que es la estrella del sexenio.
Pero también a partir de ahí Enrique Peña Nieto tiene que planear qué quiere para los dos tercios de gobierno que le queda a su administración una vez que se cumplió con el primer gran objetivo de aprobar la reforma energética.
Y parte de saber qué quiere es conocer con quién lo quiere hacer. Porque quizá en la coyuntura de la aprobación de esta batería de cambios legislativos y en el marco del segundo informe de gobierno puede ser momento para hacer cambios en el equipo.
En la creación y administración de la infraestructura de comunicaciones hay evidentes fallas que no deberían pasar desapercibidas para la casa presidencial y su primer círculo.
No es permisible, por ejemplo, que haya importantes obras carreteras detenidas por amparos que no han tenido capacidad las autoridades de revertir en el poder judicial.
Es inconcebible que la autoridad aeronáutica haya decretado la saturación del aeropuerto capitalino al tiempo que reconoce que las líneas aéreas hacen lo que quieren, sin que se note que hay una autoridad.
No es posible que un sospechoso cambio de sistema de telepeaje en las carreteras administradas por el Estado cree caos entre los usuarios y descubra relaciones empresariales y de compadrazgo del propio presidente.
Es increíble que un reportero pueda documentar el robo impune en las gasolineras, sin que haya consecuencias contundentes para la secretaría de estado responsable de cuidar a los consumidores, y que no se había dado cuenta.
En fin, que con la primera gran meta sexenal cumplida, el gobierno de Peña Nieto tendrá un marcaje político y social más estricto en su actuación ejecutiva, por lo tanto deberá tener mucho más cuidado respecto de quién se hace acompañar en los años por venir.