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En Estados Unidos, la industria automotriz se perfila para ser uno de los campos de batalla que definirá una competencia presidencial muy cerrada. ¿Quién es el mejor amigo de la industria automotriz? Kamala Harris o Donald Trump. La respuesta a esa pregunta cuenta mucho en Michigan, que aporta 15 votos electorales (uno menos que en 2020). Se necesitan 270 para ganar la elección, como mínimo.

En México, la industria automotriz no define elecciones, pero es clave para la prosperidad. Es el primer generador de divisas, la mayor industria manufacturera y tractor en, cuando menos, 12 estados. Genera un millón de empleos directos y 3.5 millones de empleos indirectos. Impacta a 60% de ramas económicas. Es la industria “campeona” de los empleos mejor pagados: 30,000 pesos mensuales, promedio.

El futuro de la industria automotriz en México depende de lo que hagamos aquí, pero también de lo que ocurra en Estados Unidos, que es el principal mercado para los autos y autopartes hechos en México y el mayor inversionista en la industria automotriz y de autopartes radicadas en territorio mexicano.

Kamala Harris y Donald Trump le han dedicado mucho tiempo en estos días a perfilar sus propuestas para el sector automotriz. Allá genera un poco menos de un millón de empleos en manufactura y cerca de dos millones en lo relacionado con comercio y servicios. Son dos versiones de nacionalismo automotriz que podrían tener un impacto en México, en caso de ser implementadas.

El discurso de Trump es más agresivo y tiene en el centro la posibilidad de imponer aranceles. “Tariffs is my favorite word”, dice el republicano. Kamala Harris se trata de posicionar como una candidata cercana a los trabajadores sindicalizados de la industria. Promete apoyar la manufactura en Estados Unidos y traerla de regreso. Por momentos recuerda al Trump de 2016, cuando decía “Make America Great Again”.

Trump tiene en la mira (y en la punta de la lengua) a los autos chinos, pero se da tiempo para lanzar sus dardos contra los autos hechos en México que se venden en Estados Unidos. Amenaza con poner tarifas de 100, 200, 1000%. Lo peligrosa de su amenaza es que parte de una mentira: no existe una invasión de autos chinos provenientes de México. Es tan disciplinado con su mentira que ha logrado crear una realidad paralela. Muchos estadounidenses lo vitorean cuando habla de aplicar aranceles prohibitivos a autos chinos o mexicanos, como si fueran la misma cosa y tuvieran las mismas implicaciones. Imponer un arancel con cualquiera de los montos que el candidato republicano ha mencionado va en contra de las reglas del T-MEC.

La propuesta de Trump para revivir la industria automotriz estadounidense incluye la promesa de hacer una deducción de impuestos para los intereses pagados en la compra a crédito de los autos. Esto reduciría el gasto por hogar en la compra de vehículos y podría reactivar la industria, pero tendría un costo fiscal valorado en decenas de miles de millones de dólares.

Kamala Harris ofrece continuar con el apoyo a la producción de autos eléctricos que puso en marcha Joe Biden. La estrategia ha generado inversiones por 90 mil millones de dólares y detonado un boom en la construcción de fábricas de baterías en una zona que ahora se llama “The Battery Belt”, donde se encuentran estados como Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Tennessee y Kentucky.

En la agenda de Harris está mantener la presión sobre fábricas que están en México y pueden representar competencia desleal por prácticas laborales. Son demandas que se incluyen en los mecanismos de respuesta rápida del T-MEC. Fueron incluidas en el acuerdo para responder a presiones de los sindicatos de Estados Unidos.

En México, la industria automotriz se mueve. En el centro de la agenda está acelerar la transición hacia la fabricación de vehículos eléctricos. Lograr que México tenga en EV una posición similar o supere a la que tiene ahora en vehículos de combustión interna. A nivel mundial, somos séptimo productor de vehículos, cuarto productor de autopartes y sexto exportador de autos.

La Asociación Mexicana de la Industria Automotriz organizó un evento el miércoles, “Drive Forward Summit”, justo al día siguiente del Diálogo de Alto Nivel de CEO’s. Fue un evento interesante, donde estuvieron los líderes de la industria y participaron representantes del Gobierno Federal, como Vidal Yerenas y Altagracia Gómez.

En el summit, se habló poco de los riesgos que implican para la industria mexicana las propuestas de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos. Tampoco se abundó en los problemas que podrían generarse con las reformas constitucionales recientemente aprobadas en México. El ánimo era tratar de ver el vaso medio lleno y elaborar un mensaje constructivo.

Al final, Odracir Barquera, director de la AMIA, presentó un documento con diez propuestas de colaboración al gobierno de Claudia Sheinbaum. Entre ellas destacan: desarrollar una política integral de electromovilidad; la adaptación de la fuerza laboral automotriz; mejorar la infraestructura física y digital para agilizar la operación aduanera y tener una estrategia para garantizar energía suficiente, accesible de fuentes renovables a precios competitivos.

Queda por ver qué respuesta dará Claudia Sheinbaum y su equipo a las propuestas de la AMIA. En Estados Unidos, es claro que la industria automotriz está en un lugar muy alto en la lista de prioridades de los demócratas y republicanos. En México, esta industria ya genera más empleos que en Estados Unidos y tiene el reto de trazar su ruta para los próximos 30 años. Queda por ver qué lugar ocupa en la agenda del gobierno mexicano; ¿quedará en una posición similar a los ferrocarriles, el petróleo o la vivienda?