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No hay que defender el peso, hay que defender la transparencia de la información financiera para evitar que algún muerto en el clóset de las fianzas públicas nos vuelva a provocar una crisis sorpresiva en este país.

A toro pasado todo el mundo fue capaz de señalar los evidentes desequilibrios que tenían las finanzas públicas mexicanas a mediados de los 90 y que provocaron la peor crisis bancaria de la que tengamos memoria, además de una abrupta devaluación y una de las más profundas recesiones de la historia.

Ingresos fiscales bajos, gasto público alto, deuda de corto plazo en dólares, paridad fija, un riesgo país creciente por la incertidumbre del aquel terrible 1994. En fin, calamidades que hoy están en los libros de texto de economía pero que en su momento nadie vio.

Por eso es indispensable poder monitorear todo el tiempo y a detalle la información financiera gubernamental. Porque si hay un valor en la economía mexicana es aquello de conservar las finanzas públicas sanas.

Es el mantra que hay que repetir, que nunca hay que olvidar porque ésa puede ser la diferencia al momento de las épocas de turbulencia como ésta.

El reporte de finanzas públicas al cierre del segundo trimestre del año que presentó la Secretaría de Hacienda deja ver que el gobierno federal va a tener que redoblar sus esfuerzos de austeridad durante la segunda mitad del año si quiere evitar algunas calamidades.

No hay responsabilidad local en la baja de los ingresos petroleros por precio, este gobierno inició la corrección de la baja en la plataforma de producción y a su cobrador de impuestos le ponen casa en el gobierno federal.

Donde sí hay que ser exigentes es en la calidad de la información disponible. Adornar un comunicado financiero con los mejores números al principio es cuestión de estilo político.

Puede llamarse el informe de finanzas públicas “Acciones y resultados al primer semestre del 2015”, pero no puede obviar información tan importante como el comportamiento del gasto corriente, por ejemplo.

Hasta el primer semestre de este año hay un déficit público de más de 345,000 millones de dólares, que es 48% superior a lo registrado en igual periodo del año pasado. La Secretaría de Hacienda nos dice que es un resultado congruente con lo que aprobaron los legisladores.

Sabemos del incremento en el gasto programable de 7.4%, pero en la información para la prensa no sabemos cuánto aumentó el gasto corriente y cuánto el gasto de capital.

Hay que ir a consultar el documento que por ley tiene que mandar el gobierno federal al Congreso para saber que durante el primer semestre de este año el gasto corriente aumentó 5.8% y que dentro de éste hay un rubro llamado ayudas y otros gastos, que aumentó 283 por ciento. En este último, por ejemplo, hay prerrogativas para los partidos políticos.

El actual gobierno ha sido un poco más heterodoxo con el manejo de las finanzas públicas, al menos con respecto a las tres anteriores administraciones. A pesar de ello, el compromiso, incluso del presidente Peña Nieto, es mantener la disciplina fiscal como uno de los más grandes valores financieros del país.

Seguro que los recortes prometidos se habrán de recargar en esta segunda mitad del año. Porque, de acuerdo con los números disponibles para la prensa y los que no están tan a la vista, la parte final del año se perfila para ser muy emocionante en materia de ahorro en el gasto.