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Para los problemas complejos, no hay soluciones simples. La refinería de Cadereyta es el mayor contaminador de Nuevo León y, al mismo tiempo, uno de los mayores generadores de empleos: 20,000 puestos de trabajo dependen de ella. El costo de desmantelarla y remediar el terreno sería entre 3 y 3,500 millones de dólares, calcula Ramsés Pech, especialista en temas petroleros. El tiempo para reutilizar los inmensos terrenos que ocupa sería de cinco a ocho años. ¿Qué harían con las 767 hectáreas? En Azcapotzalco hicieron un parque. En Filadelfia, convirtieron la PES en un centro de logística.

El tema es actual porque Xóchitl Gálvez propuso cerrarla. Más que un plan, lo que sembró fue una idea que encontró eco por buenas razones. La refinería lleva años siendo un dolor de cabeza en términos de medio ambiente, en particular los relacionados con la calidad del aire. Poner en la mesa la posibilidad de cerrarla nos lleva a reflexionar sobre lo que queremos hacer respecto a la transición energética: el petróleo y las gasolinas no serán para siempre. En el fondo la cuestión es qué tanto podemos reducir nuestra dependencia de los fósiles y cuándo dejaremos de hablar de energías limpias como si fueran algo que ocurrirá en el futuro o en otros países. ¿Qué lugar tendrá Pemex en un futuro de energías limpias?

La verdad es que la polémica sobre Cadereyta no es nueva. La refinería es uno de los villanos favoritos de los medioambientalistas desde hace años. Greenpeace y el Centro Molina han producido trabajos que dejan claro el tamaño del problema. Los habitantes de Monterrey saben que la calidad del aire que respiran está relacionada con lo que pasa en Cadereyta. Un mal día en la refinería produce dolores de cabeza y la hace de tos en Monterrey que está a 35 kilómetros de distancia.

Es también un asunto que atrae a la clase política. Le dio réditos a Samuel García. En agosto de 2020, cuando era senador, realizó una clausura simbólica. Ahora que es gobernador, envió a su secretario de Medio Ambiente a hacer otra clausura (también simbólica porque la refinería no dejó de trabajar). Las autoridades de Nuevo León se quejan de la contaminación que produce, pero también de la falta de colaboración de Pemex. No informa sobre sus emisiones y, al parecer, no hace todo lo que debería para reducirlas. En el fondo, en Pemex saben que el único que tendría el poder para cerrarla es López Obrador y él nunca lo haría. Es too big to close.

Estamos hablando de un gigante industrial que ocupa un área de 767 hectáreas. Son 39 plantas, que incluyen nueve calderas, nueve torres de enfriamiento y dos plantas de tratamiento de aguas negras. Produce 80% del bióxido de azufre que genera Nuevo León, además de 7% de los óxidos de nitrógeno y entre 10 y 15% de las partículas suspendidas del estado. Nadie influye tanto en la calidad del aire. Nadie contribuye tanto al desarrollo de enfermedades respiratorias.

¿Por qué soportar tantos problemas medioambientales de parte de la refinería? Es el motor de la vida económica de Cadereyta y un agente que aporta entre 50 y 80,000 millones de pesos anuales de derrama económica a la economía estatal. Cadereyta es uno de los municipios más ricos de México, con un PIB per capita superior a los 22,000 dólares anuales. Está ubicado a 35 kilómetros de Monterrey y tiene un poco más de 122,000 habitantes.

Hablar del futuro de Cadereyta nos obliga a recordar que no podemos postergar las decisiones que tienen que ver con el medio ambiente. Hemos perdido un sexenio en todo lo relacionado con el cambio climático y no podemos perder otros seis años. Cadereyta no es un caso aislado. Tenemos otras refinerías que tienen un enorme impacto en las ciudades con las que conviven. Con ellas, tampoco estamos haciendo casi nada. Salomón Chertorivski, candidato de MC para la Ciudad de México, propuso cerrar la refinería de Tula, porque es el principal contaminador del aire que respiramos en la CDMX. Al paso que vamos, habrá un candidato o candidata en Guanajuato que proponga cerrar Salamanca. Tarde o temprano tendremos que hacerlo. Mientras tanto tendremos que convivir con el problema y resolverlo o mitigarlo. ¿Cómo responderá Pemex? En teoría está obligada a rendir cuentas sobre sus emisiones y hacer grandes inversiones para reducirlas al mínimo. En la práctica, no hace su parte. Vivimos un sexenio donde Pemex goza de la protección presidencial. ¿Cómo será el próximo sexenio? ¿Seguirán los pretextos?