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Aferradas a negar lo que consta científica y jurídicamente, la Comisión de la Verdad y la Fiscalía Especial del Caso Iguala solo dan palos de ciego en su afán de fabricar una versión distinta de la que heredaron del gobierno peñanietista.

Su misión fracasará por pretender lo imposible: satisfacer a los detractores de la narrativa en que todos los caminos conducen al basurero de Cocula. A finales de junio, al informar sobre los “avances” de las nuevas indagaciones, el fiscal Alejandro Gertz afirmó: “Se acabó la verdad histórica”. El 1 de julio dijo a López-Dóriga: “Esa verdad histórica no existe. Se cayó, porque todas las personas que fueron acusadas y judicializadas han sido puestas en libertad por todas las irregularidades y todos los abusos que se cometieron.

Hicieron las cosas de tal manera y con tal irresponsabilidad o mala fe, lo que haya sido, que se les cayó”. ¿De veras? Por más “irregularidades” y “abusos” que la autoridad haya cometido (sin contar la actuación políticamente correcta de magistrados y jueces), los excarcelados, entonces, eran inocentes. ¿Por qué será que ayer mismo los padres de Los 43 clamaron ante la Suprema Corte que no haya más liberaciones?

Seis días después, el ex secretario técnico del corrosivo Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la CIDH, Omar Gómez Trejo, habilitado por la 4T de fiscal especial del caso, insistió en que la verdad histórica “está descartada” cuando reveló que el Laboratorio Central del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Innsbruck, Austria, había identificado al normalista Christian Alfonso Rodríguez Telumbre mediante el análisis de un fragmento de hueso descubierto, según dijo, “en La Carnicería”.

El sitio es relevante porque, lejos de sustentar que sea mentira, fortalece la tesis de Jesús Murillo Karam: se encuentra, no a 800 sino a tristes 600 metros del indeseable basurero. Para documentar el sospechosismo: Los forenses del equipo argentino pusieron en duda la diligencia de Tomás Zerón en el río San Juan, aquella que permitió identificar al estudiante Alexander Mora, con la coartada de que no estuvieron presentes en ese momento (llegaron minutos después).

¿Por qué no han cuestionado el extraño hallazgo de La Carnicería, donde no tuvieron participación alguna? El basurero como destino final de muchos o todos los desaparecidos es una tesis que no ha variado, ya que no se ha demostrado que las cosas hayan ocurrido de manera diferente.

Ni siquiera con la localización, en medio de dudosas diligencias, del resto de Christian en un lugar que evidentemente no fue el de los asesinatos. ¡Milagro, milagro!: cinco años y medio después encuentran ese fragmento a flor de tierra. No han definido siquiera si estaba quemado o no (unas veces dicen que estaba quemado, otras que no).

¿Quién dice que los más de 130 restos (que corresponden a solo dos personas), afectados todos por acción del fuego (y en esa hondonada no hallaron rastro de quemazón), no provinieron del repudiado basurero de Cocula…?