No es que el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, quiera pelearse con el presidente Enrique Peña Nieto. Esas son ganas de buscar ruido donde realmente no lo hay. La revisión que hace a la baja el banco central en sus expectativas de crecimiento para este año tiene que ver con el resultado de … Continued
No es que el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, quiera pelearse con el presidente Enrique Peña Nieto. Esas son ganas de buscar ruido donde realmente no lo hay.
La revisión que hace a la baja el banco central en sus expectativas de crecimiento para este año tiene que ver con el resultado de la economía al cierre del año pasado más que con las expectativas de lo que habrá de suceder en los meses que le quedan al 2014.
Mientras tanto, desde el gobierno federal tienen muchas ganas de olvidar el pobre desempeño económico en todo lo que va del sexenio y se quieren concentrar en lo que bien puede ocurrir de aquí en adelante, en donde se conjuntan la recuperación económica y las reformas estructurales ya vigentes.
Es la misma historia de los últimos trimestres. El Banco de México se adelanta una semana a la publicación de los resultados del comportamiento del Producto Interno Bruto y modifica sus estimaciones de crecimiento, básicamente porque ése es un dato complementario a su labor central de mantener el poder de compra de la moneda.
Ya le tocará a la Secretaría de Hacienda dentro de una semana, cuando el INEGI presente el reporte del comportamiento económico del trimestre pasado, defender su estimación actual de 2.7 por ciento o bien aceptar un pronóstico menor ante la expectativa de que la economía mexicana no habría alcanzado el 2 por ciento en el lapso abril-junio pasado.
Si el Banxico redujo su expectativa al rango de 2 a 2.8 por ciento, no es descabellado pensar que el gobierno federal decida mantenerse por ahora en su 2.7 por ciento para refrendarlo o bien modificarlo a mediados de noviembre, cuando esté listo el resultado del tercer trimestre actualmente en curso.
Salvo que el resultado del desempeño económico del segundo trimestre sea francamente malo, va a ser muy difícil que la Secretaría de Hacienda opte por un estimado pesimista, cuando de hecho 2.7 por ciento sería posible si tan sólo se logra acelerar un poco el mercado interno.
Claro esta que de lo que menos quieren saber por ahora en el gobierno federal es de revisiones a la baja en la economía o en los ánimos sociales, justo ahora que lo que le falta a la batería de reformas aprobadas es el entusiasmo social.
Sin embargo, lo que ha salido muy mal en los planes gubernamentales es que el mercado interno se ha mantenido muy deprimido. Durante el pasado trimestre la industria manufacturera de exportación muestra datos excepcionales, pero los indicadores de consumo interno tienen altibajos cercanos al estancamiento.
Los cambios estructurales logrados marcarán un cambio radical positivo para la economía mexicana. Sin embargo, si algo quieren el presidente y su partido es que pudiera tener efectos anímicos inmediatos entre los votantes que están no tan lejos del referéndum que implican unas elecciones intermedias.
La fuerza roja, tan roja como las corbatas de estos días de Peña Nieto, quiere cosechar ya los grandes aciertos político-legislativos conseguidos, pero que se mantengan las revisiones a la baja de los pronósticos económicos poco ayuda para esa labor.