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El cabo del Ejército que, aun herido, consiguió el martes abatir a 14 (o a casi todos) muy probables delincuentes de Guerreros Unidos (llevaban seis fusiles AR-15, seis AK-47 y un fusil Galil; chalecos antibalas, fornituras, cargadores, municiones, una granada de fragmentación, equipos de radiocomunicación y teléfonos celulares), algunos relacionados con el excarcelado Gil, responsable de la desaparición y asesinato de los 43 de Ayotzinapa, en las proximidades de Iguala, era casado, tenía 32 años y una hijita de tres.

Su misión fue la de “tirador designado” en el convoy en que se desplazaba una treintena de soldados. Viajaba en el primero de cinco vehículos militares y debía proporcionar seguridad a sus compañeros armado con una ametralladora Minimi calibre 5.56 milímetros, con cadencia de tiro de 800 disparos por minuto. Su memoria será honrada con merecida solemnidad en el 27 Batallón de Infantería y su viuda obtendrá los beneficios que corresponden a quien muere en el cumplimiento de su deber. Su nombre permanecerá en el anonimato para que su familia no sea blanco de represalias.

Luego del enfrentamiento en el poblado de Tepochica empezaron a circular versiones de que se trató de “ejecuciones extrajudiciales”, babosada que se emplea para nombrar asesinatos viles a manos de fuerzas de Seguridad (judicialmente, a nadie se le puede “ejecutar” en México). Y hasta se habla de supuestos “tiros de gracia” disparados por el resto de la tropa.

Además de las armas, el Ejército aseguró tres camionetas, dos de ellas con reporte de robo.

Ayer comentó el presidente Andrés Manuel López Obrador este suceso: “Muy lamentable lo del enfrentamiento en Guerrero: la pérdida de vida de 14 seres humanos (15 con el cabo). Fue producto de una rutina de vigilancia de una patrulla del Ejército con una célula de presuntos delincuentes y se encuentran frente a frente, le disparan a un cabo que va adelante con ametralladora, el que va encabezando el convoy, y lo hieren; él es quien al final pierde la vida y él, con la ametralladora, todavía herido, dispara y le quita la vida a los agresores. Ese es el informe que tengo, desde luego, la autoridad competente tiene que llevar a cabo la investigación. Es muy lamentable que esto pase, no queremos enfrentamientos, no queremos la violencia”.

Con la información disponible, todo indica que el cabo no tenía de otra sino rafaguear a quienes atacaron la compañía que debía tutelar.

Más allá de “protocolos” para el uso “proporcionado de la fuerza” y del deseo de reducir la letalidad de las corporaciones bajo su mando, el comandante supremo de las fuerzas armadas debe estar orgulloso de la actuación de un subordinado que, así hubiese disparado por mero instinto de supervivencia, se convirtió en el primer héroe indiscutible de la cuarta transformación.

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