Los familiares de Ayotzinapa preparan el avance a la Ciudad de México. Como pintan las cosas, tomarán sin dificultades la capital. Y solo ellos decidirán el espesor de sus acciones, solidarias o no, legales o no. Tienen licencia para lo que sea. El #TodoSomosAyotzinapa no solo ha congelado a la autoridad, sino que le ha … Continued
Los familiares de Ayotzinapa preparan el avance a la Ciudad de México. Como pintan las cosas, tomarán sin dificultades la capital. Y solo ellos decidirán el espesor de sus acciones, solidarias o no, legales o no. Tienen licencia para lo que sea.
El #TodoSomosAyotzinapa no solo ha congelado a la autoridad, sino que le ha provocado un sentimiento de culpa equiparable al de la primera quincena de enero de 1994, cuando se dio el levantamiento del EZLN en Chiapas.
Resulta lógico que en una intemperie así, medio mundo salga a proponer cualquier tremendismo y a presentarlo como un profundo sentimiento de la nación. Leí el fin de semana que ¡hay un clamor que exige la renuncia del presidente Peña Nieto! El semanario New Yorker tituló una nota de recuperación de clichés con un temerario: “¿Podrían 43 estudiantes desaparecidos encender una revolución?” Nota que concluye con este encendido párrafo: “Los mexicanos tienen ahora otra oportunidad de reinventar políticamente su país (…) Porque muchos mexicanos están diciendo: es ahora o nunca”.
¿Cuántos mexicanos dirán hoy que es ahora o nunca? ¿Cientos, millones, cuántos? Lo mejor de estas notas es que se podrán releer en unos años. Estoy seguro que entonces se verá lo pobre que fueron en argumentos y estructuras.
Eso es lo de menos. Lo que sigue sorprendiendo es el pobre manejo de la crisis por parte del presidente Peña Nieto y su equipo. Parecería que tantos tuits, facebooks y notas en la prensa los convencieron de que ellos mataron a los jóvenes de Ayotzinapa.
¡Qué clase de confusión tan colosal es ésta! Presidente, usted no los mató. Ni siquiera por omisión.