Más allá de que su lealtad deberá estar al 100% con la virtual presidenta electa Sheinbaum, ambos personajes son ampliamente conocidos en Estados Unidos y conocedores de la política en aquel país
Todavía son muy contradictorias las señales del equipo que habrá de iniciar un gobierno dentro de 98 días tras la salida de Andrés Manuel López Obrador de la presidencia de México.
Nada hace pensar que Claudia Sheinbaum habría de hacer las cosas diferentes de quien la impulsó en la política y la postuló a la Presidencia, pero ciertos destellos de moderación confunden a los que todavía tienen la esperanza de que no se diluya el México democrático y de instituciones entre las manos del autoritarismo.
La luz que da una primera parte del gabinete, con gente preparada y experimentada, se diluye ante la ratificación de la agenda legislativa rencorosa del Presidente que se va.
Por ejemplo, llegará una mujer de “ciencia sin adjetivos” a una nueva Secretaría del ramo, pero al mismo tiempo se rechaza, de entrada, la ingeniería genética que ha permitido que muchos cultivos resistan las sequías de este mundo.
Se nota claramente un juego de vencidas entre los radicales y los más moderados para lograr posiciones de poder en los lugares que faltan por anunciar en el equipo presidencial.
El único lugar donde la virtual presidenta electa decidió mostrar la baraja completa fue en las posiciones clave para llevar una buena relación con el gobierno de Estados Unidos.
Las preocupaciones de Washington sobre el futuro democrático de México se han acrecentado con la agenda legislativa que hereda López Obrador, pero tienen la expectativa de que pueda mejorar el respeto a las inversiones y a la letra del acuerdo comercial México, Estados Unidos y Canadá, con la presencia de Juan Ramón de la Fuente, en la Cancillería, y de Marcelo Ebrard, en la Secretaría de Economía.
De la Fuente no le debe su carrera política a López Obrador y Ebrard tiene la cuenta pendiente de no haber sido la corcholata premiada, precisamente por tener una actitud más independiente.
Más allá de que su lealtad deberá estar al 100% con la virtual presidenta electa Sheinbaum, ambos personajes son ampliamente conocidos en Estados Unidos y conocedores de la política en aquel país.
El mensaje de la virtual presidenta electa es que la relación comercial, financiera, migratoria, de seguridad con Estados Unidos es prioritaria a ese nivel de designar funcionarios incuestionables para aquel país.
El mensaje implícito es que Estados Unidos puede tener tantas presiones políticas internas que más vale una alineación de veteranos, expertos, que puedan lidiar con focos rojos encendidos en los años por venir.
La primera alerta es la elección presidencial en aquel país. Si regresa Trump, lo hará, sin duda, más radical en sus relaciones internacionales y México siempre está a la mano para que florezca su populismo.
Pero si se queda Biden, tendrá que presentarse más duro con su vecino del sur en temas clave como seguridad, narcotráfico, migración y respeto a las inversiones de su país.
El debate del jueves entre Biden y Trump dejará ver el tono que tendrán ambos en sus relaciones con México. Y a cualquiera de los dos les tocará revisar el T-MEC en un par de años.
Por eso, a reserva de conocer el grado de sensatez o lopezobradorismo de la próxima Presidenta, qué bueno que en lo que toca a la relación con Estados Unidos privó la cordura.