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A los enormes retos por enfrentar en el 2017, debemos añadir la búsqueda de una cabeza adecuada para el Banco de México.

¿Es usted de los que suscribe las teorías de la conspiración? Entonces le parecerá creíble la versión de que el gobernador del Banco de México se va porque ya no aguanta. En esa hipótesis, hay una tensión creciente con el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y, además, hay un escenario de apocalipsis económico que se materializará en el 2017. Agustín Carstens renuncia porque no quiere ser parte de eso.

¿Pertenece usted al otro bando? No se ofenda, me refiero a aquellos que toman al pie de la letra la versión oficial de la renuncia de Agustín Carstens. El gobernador se va porque ha recibido la invitación para dirigir una prestigiosa institución, el Banco Internacional de Pagos, con sede en Basilea. Se trata del “banco central de los bancos centrales”, un organismo que tiene mucho poder y pocos reflectores. Carstens será el primer director del BIS proveniente de un país emergente. Todo un reconocimiento para uno de los funcionarios mexicanos más respetados en el circuito financiero internacional.

Se vale tomar un poco de cada una de las versiones…“Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe”, escribió el novelista Daniel Sada. Una cosa es cierta: el gobernador llevaba algunos días sopesando la decisión. La versión de que tenía la oferta de Basilea apareció en una rueda de prensa del Banxico, la semana pasada.

La renuncia de Carstens es una mala noticia porque añade incertidumbre a un escenario que ya estaba plagado de dudas: la irrupción de Trump; la desaceleración de la economía mexicana; los focos rojos en las finanzas públicas; la volatilidad en los mercados financieros y las presiones inflacionarias.

A Agustín Carstens hay que reconocerle su contribución al Banco de México. Aportó su conocimiento técnico, su capacidad de comunicación y su prestigio internacional para fortalecer a un organismo que es la institución económica más prestigiada de México. Bajo su gubernatura se han alcanzado niveles de inflación históricamente bajos. En el plano de lo simbólico, la gestión de Carstens ha reforzado la imagen del banco central como una institución capaz de hacer valer su autonomía frente al Poder Ejecutivo.

Tenemos el derecho de reprocharle su renuncia. No pretendo negar los derechos del doctor de buscar una oportunidad laboral, pero quiero enfatizar sus obligaciones. Él aceptó libremente el cargo por un periodo que terminaría en el 2020. Saber cuánto tiempo durará el banquero central en su cargo es un asunto relevante: ofrece certidumbre a todos los agentes económicos. ¿Veríamos con los mismos ojos las minutas del Banxico y las declaraciones de su gobernador, si supiéramos que está buscando chamba?

El Banco de México está para fabricar dinero y combatir la inflación, pero sobre todo para generar confianza. La renuncia del gobernador mete ruido en un momento muy delicado. A los enormes retos del 2017, debemos añadir la búsqueda de una cabeza adecuada para el banco central. Es verdad que el Banxico es una institución sólida que trasciende a su gobernador, pero no podemos negar que su renuncia ocurre en un pésimo momento. Si me perdonan la metáfora, el Banco de México es como un equipo de futbol que se queda sin entrenador antes de jugar la final (o el partido por el descenso).

Esta vez, Agustín Carstens se ha convertido en un factor de inestabilidad.

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