Lo que ayer vimos en cuestión de imagen en el Segundo Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es una carga de mensajes negativos
Por Laura Garza
Se dice que la comunicación política es una forma de alcanzar el reconocimiento y la confianza de su pueblo, claro mientras la implementen de manera correcta o por lo menos lo más allegado a lo que la sociedad y la democracia demande.
En estos tiempos de polarización, de insultos, de constantes diferencias entre unos y otros y de ser tan radicales de pertenecer o no al grupo que apoya y alude a quienes se encuentran actualmente en el poder, nos ha nublado la capacidad de análisis y crítica constructiva para tener todos, sí ‘t o d o s’ un mejor país y una mejor cantidad de oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida.
La comunicación política es un escuchar constante de quienes visten de camisa blanca para quienes andan de a pie, como diría Maquiavelo “el príncipe prudente debe preguntar mucho, escuchar a todos los preguntados con verdadera paciencia y mostrar cierto resentimiento a aquellos que, contenidos por algún respeto, no le digan entera su opinión”.
Hacer y ser política es más que un arte, es un don, es una responsabilidad que debería de exigirles una plena excelencia en sus múltiples facultades. Los ciudadanos nos hemos aletargado y hemos permitido que a los candidatos políticos se les abran las puertas de los Palacios de Gobierno cada vez más fácil.
Los políticos no deben de ser vistos únicamente de una manera superficial, sino debería de observárseles a detalle para conocer más allá de sus intenciones primarias.
Ya lo hemos hablado en este espacio, la importancia de la comunicación no verbal que emanan cada uno de nuestros políticos. Vuelvo a reiterar que no es emitir un juicio o una reinterpretación con base a nuestro juicio moral o con nuestra oposición hacia los ideales políticos que representan, sino a lo que comunican con posturas, miradas, gestos, vestimenta y comportamiento.
Cuando escuchamos “la etiqueta” pensamos inmediatamente en la ropa, y no solo se refiere a ella, sino a la conducta que demuestran en cada una de las situaciones. Como por ponerles un ejemplo sencillo, no es lo mismo dirigir una conferencia de prensa a ser invitado para la toma de protesta de un jefe de estado en otro país.
Todos sabemos comportarnos de acuerdo a la ocasión y de los intereses. Ahora imagínese por qué las acciones de nuestro actual presidente no solo son criticadas, sino analizadas por los más altos expertos en el tema.
El protocolo no es una terquedad o un berrenchín, ni tampoco que es algo que pierda vigencia, en la política es atemporal, es determinante para que los ciudadanos reaccionen de alguna u otra manera.

Lo que ayer vimos en cuestión de imagen en el Segundo Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es una carga de mensajes negativos.
Me gustaría incluso, mencionar algo positivo, y es que por primera vez le hemos visto portar un traje a su medida, de un color tan serio como el azul marino e impecablemente liso. Eso es de aplaudir a quien lo haya convencido de lucir cuidadoso.
Pero el resto de sus actitudes y movimientos corporales, de él y de su esposa Beatriz Gutiérrez Mueller nos dieron muchos mensajes que solo denotan una incomodidad, un cansancio e incluso cierta cólera.
Sus miradas que en repetidas ocasiones lucían perdidas, es decir mirando a cualquier otra parte que no fuera hacia el frente, hacia arriba, hacia la gente, hacia las cámaras.
La política se expresa principalmente por la mirada y el habla, el cuerpo y las posturas son el complemento del mensaje.
No podemos dar un discurso empático, si no se mira. No podemos querer que nos crean, si no miramos a los ojos. No podemos invitar a sumarse a un proyecto de trabajo, si no demostramos interés y afinidad.
Diría Joan Sebastian “la gente rumora”, y es que la indiferencia de ambos personajes fue expuesta a nivel nacional ante la lente de muchos fotógrafos, camarógrafos, políticos, empresarios y ciudadanos.
Las audiencias de hoy, reinterpretamos cada elemento visible e invisible y nos hacemos parte o no, y en este caso el presidente y su esposa nos hicieron sentir, que no tenían ganas de estar presentes. Que no querían mirar a nadie, o que quizá no tenían la cara adecuada para enfrentar los números deficientes en materia de salud, seguridad, economía y demás.
Nuestro país está mal, se encuentra en una pésima situación. La pandemia mundial solo vino a acelerar algo que se veía venir, porque hoy parece que los ciudadanos estamos acorralados entre sobrevivir al contagio o subsistir con lo más básico a falta de oportunidades laborales.
Y lo que ayer vimos por parte de López Obrador y su esposa, es un desaliento, una desmoralización, una abulia para su gente, esa de la que presumen que aún los apoyan.
Quizá es una falta de respeto a los símbolos patrios, a los colores que emana nuestra bandera, no a los de los partidos antecesores, ni del presente. Hoy más que nunca necesitamos de líderes que se paren frente al micrófono y de frente a la gente, mirando directo, sin tapujos, sin apatías, sin arrebatos y sin una moral disfrazada de pensar en el pobre.
Necesitamos a hombres y mujeres enteros, que entiendan que hacer política es tener la responsabilidad de cumplir un protocolo donde transmitir el interés para gobernar, es el principio fundamental.
Un clásico en temas de protocolo es el libro escrito por John Wood y Jean Serres “Diplomatic ceremonial and protocol: principles, procesures and practices” y allí dejan claro que el protocolo “ayuda a crear una atmósfera agradable en los encuentros y reuniones, facilita la ausencia de tensión y el buen entendimiento, que es lo deseable para alcanzar los resultados esperados de estas reuniones”.
Cosa que el día de ayer no hubo y que en esta imagen capturada por el fotoperiodista José Méndez de la agencia EFE, nos lo deja evidencia más, que lo que yo le he dicho en este espacio.
Sin duda, seguiremos esperando que a este gobierno le interese gobernar para todos los mexicanos.