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Las expectativas de la SHCP resultaron demasiado altas, en un contexto donde los precios petroleros apuntan a la baja.

La primera fase de la Ronda Uno salió mal, muy mal. Ninguno de los escenarios proyectados por el gobierno preveía un interés tan magro de los inversionistas. En el escenario más optimista, calculaban ocho campos asignados. El piso estaba en cuatro campos, ni uno menos.

Cada campo de aguas someras puede detonar inversiones por 1,000 millones de dólares. En vez de captar 8,000 millones, se generarán alrededor de 2,000 millones. Esta cantidad es grande, pero se ejercerá en varios años. Es alta, pero menor a los recursos que dejará de invertir Pemex en el 2015, por el recorte a su presupuesto.

La indiferencia de las empresas fue grande. Muy significativo fue que Petrobal, la empresa de Alberto Baillères, no mostrara interés por ningún campo. ¿Por qué importa Petrobal? Al frente de esta empresa se encuentra Carlos Morales Gil, que trabajó 40 años en Pemex y estuvo nueve años al frente de Pemex Explotación y Producción. Morales Gil es el hombre que mejor conoce el territorio petrolero mexicano. Ahora está en el sector privado y no le gustó lo que estaba en el aparador.

¿Dónde estuvo el error? La Comisión Nacional de Hidrocarburos, las secretarías de Energía y Hacienda están preparando el diagnóstico. Desde el miércoles quedó claro que las tres oficinas no tienen la misma visión.

Uno de los problemas es que los participantes no conocían el número mínimo que el gobierno esperaba captar de cada campo. En otros países, como Colombia, este número se publica antes de la subasta y esto permite a las empresas hacer sus cuentas. Aquí se hizo de otro modo y además se le puso picante: al parecer, las expectativas de Hacienda resultaron demasiado altas, en un contexto en que los precios petroleros internacionales apuntan a la baja. Nadie lo dice on the record, pero parte del problema es que Hacienda mantiene una actitud recaudatoria frente al sector petrolero. El generar condiciones para que haya más empresas privadas no parece ser un asunto que le preocupe.

Otro aspecto que desactivó el interés está relacionado con las garantías que deben colocar los aspirantes para cubrir accidentes, esta cifra puede ser tan alta como 6,000 millones de dólares, de acuerdo con el Financial Times. La corresponsal en México, Jude Webber, afirma que estas garantías provocaron la no participación de al menos una de las cuatro grandes petroleras. Webber recuerda en su reportaje el derrame del Ixtoc 1 en 1979. Este accidente sólo es inferior al desastre provocado por BP en el Golfo de México.

Más allá de los mínimos ocultos y las garantías, hay que decir lo obvio: los problemas de la Ronda Uno empezaron en la Ronda Cero, ese momento en el cual se decidieron los campos con los que Pemex se quedaría. En agosto del 2014, le adjudicaron el derecho sobre 83% de las reservas probables y probadas, equivalentes a 20,589 millones de barriles. Para la Ronda Uno, quedaron migajas y yacimientos en aguas profundas.

Es absurdo culpar del fracaso del miércoles a los precios internacionales del petróleo. Si el gobierno lo hace, se enfocará en la única variable que está fuera de su control. La primera licitación de la Ronda Uno puso campos de mala calidad en el aparador y se están pagando las consecuencias. Vendrán mejores lotes, como el de la cuarta licitación, de aguas profundas. El fracaso aparecerá otra vez, si no hay ajustes significativos. No nos vayamos a acostumbrar, porque el fracaso viene en racimos.

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