La misma semana en que se consumaba esta destrucción institucional de México, conocimos datos determinantes de la economía de Estados Unidos
El peso es una divisa que opera las 24 horas del día, todos los días, y desde cualquier parte del mundo. Se ganó ese lugar por la estabilidad que ofreció México desde principios de este siglo y hasta el 2018.
Por eso, cuando en la madrugada del 3 de junio, tras la jornada electoral del domingo anterior, los mercados conocieron que Claudia Sheinbaum sería la futura presidenta de México tuvieron una reacción pausada, ni para bien ni para mal, estable.
Todo cambió cuando unas horas después se conoció la posibilidad de que el oficialismo pudiera tener una mayoría calificada en el Congreso que les abriera la puerta a los largos intentos autoritarios del presidente Andrés Manuel López Obrador.
No era una suposición, era la ruta trazada por el propio López Obrador quien propuso en febrero cambios constitucionales radicales, autoritarios y vengativos. En ese momento anunció que los presentaría al Congreso en septiembre, porque calculaba su fácil aprobación, como si tuviera conocimiento del resultado electoral.
Entre los 16.80 del 2 de junio y los 20.10 pesos por dólar de la víspera de la aprobación en el Senado de la contrarreforma al Poder Judicial se dio este proceso en que los mercados descontaban la nueva realidad autoritaria que está en marcha para México.
Las pocas pausas que tuvo la depreciación cambiaria se dieron con la expectativa de que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, hiciera algún pronunciamiento de moderación, de respeto a la vida democrática e institucional de este país, pero no, hasta hoy sólo ha sido el eco de la voz de López Obrador.
Hay que entender algo muy bien y que es así de contundente, el peso se depreció por razones políticas internas y se recupera, poco, por la debilidad internacional del dólar.
Las teorías de lo absurdo dicen, de un lado, que finalmente los capitales entendieron el beneficio de la reforma judicial y entonces la premian apreciando al peso y, del otro lado, aseguran que López Obrador obliga al Banco de México a usar las reservas internacionales para que el peso se aprecie para la fotografía de final de sexenio. Ni una, ni otra.
La misma semana en que se consumaba esta destrucción institucional de México, conocimos datos determinantes de la economía de Estados Unidos.
La inflación general allá mostró una baja importante, a niveles de 2.5% en términos anuales, y si bien la inflación subyacente estadounidense muestra resistencias, todo parece indicar que mañana la Reserva Federal (Fed) podría anunciar una baja en la tasa de interés de referencia de hasta medio punto porcentual. El cuarto de punto menos está garantizado.
Esto mueve todos los mercados, incluidas las cotizaciones del oro y del peso, así que la apreciación cambiaria tiene que ver más con la reunión del Comité de Mercado Abierto de la Fed, que inicia hoy, que con cualquier reacción a la política interna.
Ahora, eso no quiere decir que se acabaron las reacciones de los mercados ante la irreparable pérdida de confianza que vive México. Solo que las reacciones se darán en la medida en que avance el proceso destructivo vía el Congreso o lleguen las consecuencias económicas por este flagelo.