Los importadores del modelo no tienen nada que ver con una ideología de izquierda mal entendida como en México, todo lo contrario
La 4T debería empezar a cobrar regalías por la explotación de su estrategia: sustituir la obligación estatal de proveer servicios por transferencias directas clientelares. Esta fórmula populista, de manufactura mexicana, ha sido importada por el trumpismo, con esa misma lógica de desmantelamiento institucional.
Los importadores del modelo no tienen nada que ver con una ideología de izquierda mal entendida como en México, todo lo contrario. Pero están guiados por un populista que entendió las prácticas de ese modelo en diferentes partes del mundo.
Resulta que los republicanos en el Senado de Estados Unidos rechazaron la semana pasada una legislación para extender los créditos fiscales de la Ley de Cuidado de Salud Asequible, popularmente conocida como Obamacare, lo que garantiza que millones de estadounidenses tendrán fuertes incrementos en los costos de sus seguros de salud en apenas 15 días cuando arranque el 2026.
Y en lugar de financiar este sistema de seguro de salud universal, los republicanos de Donald Trump proponen sustituir el financiamiento del Obamacare por cuentas de ahorro individuales para la salud donde se entreguen recursos federales directamente a los ciudadanos sin tener un esquema mancomunado.
Es la réplica del modelo de crear los Programas del Bienestar y terminar con el Seguro Popular, o con las estancias infantiles, con los refugios de mujeres violentadas, para hacer transferencias directas que son financieramente insuficientes para las familias, pero que garantizan rentabilidad electoral.
En Estados Unidos, de acuerdo con datos de The Kaiser Familiy Foundation del 2023, una visita a la sala de urgencias de un hospital puede costar entre 1,500 y 3,000 dólares, mientras que un ingreso hospitalario promedio supera los 15,000 dólares.
Los republicanos quieren que cada ciudadano se inscriba en un seguro de deducible alto, cree una cuenta de ahorro libre de impuestos para la salud y que un “cheque” federal se deposite ahí. Pero, en lugar de que el Obamacare se encargue del pago de una hospitalización, el programa republicano depositaría un monto fijo que obligaría al ciudadano a pagar su seguro, su deducible y el coaseguro, cargando con la mayor parte del riesgo.
Ya sería el colmo que mandaran los recursos con servidores de la nación con chalecos guinda, o con el dibujo de un elefante, mascota del Partido Republicano; pero ciertamente las transferencias irían con los atentos saludos del presidente Trump.
Claramente esto genera un vínculo de dependencia económica entre los ciudadanos y la dádiva gubernamental, sería un premio para los sanos y un castigo para quien tenga que pagar, por ejemplo, 50,000 dólares por una operación de apendicitis.
López Obrador destruyó uno de los mejores esquemas de salud en un país emergente cuando extinguió el Seguro Popular. En su lugar creó sobre las rodillas un supuesto Instituto de Salud para el Bienestar que resultó en un desperdicio descomunal de recursos que nunca funcionó, sí propició la corrupción y dejó a millones de mexicanos sin atención médica, pero con su tarjeta del Bienestar.
Ahora los republicanos, pensando quizá en un programa clientelar, pero, sobre todo, en recortar el gasto social y desmantelar el Estado solidario, buscan acabar con la mancomunidad del Obamacare. El objetivo es el mismo en ambos regímenes: transformar el derecho a la salud en una dádiva política insuficiente.
