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Buscar y no encontrar, también es un avance.  Florestán

Recuerdo mis primeras asignaciones para cubrir un Informe presidencial, en tiempo del presidente Luis Echeverría, en el viejo edificio de Donceles, cuando sabía a qué hora tenía que llegar pero nunca a qué hora iba a salir.

Eran los tiempos del Día del Presidente, el Congreso a su servicio, el aplauso a su disposición y la visión personal del estado de cosas que guarda la Nación. El Presidente comparecía ante una nube, pero nunca ante esta soberanía, como afirmaba en la primera de las frases rituales.

La vida del país se detenía, no había clases y el mundo oficial guardaba una cuaresma silenciosa para abrir el espacio a la expectativa del Informe. Los secretarios callaban desde el primero de agosto, los gobernadores también, lo mismo que los diputados y senadores, todos priistas. Toda la pista, espacio y reflectores eran para el Presidente de la República en su día, el Día del Informe Presidencial ante un Congreso que era paisaje.

Porfirio Muñoz Ledo fue el primero que vino a echar a perder la fiesta cívica, cuando en el último Informe del presidente Miguel de la Madrid, el 1 de septiembre de 1988, siendo el primer senador por el FDN, se levantó de la curul prestada en San Lázaro y lo interpeló. La sorpresa, que luego cambió por fingida indignación, llenó el salón de sesiones. La transmisión por televisión comenzó a hacer tomas abiertas, sin saber qué hacer. Porfirio fue arrojado del salón y hasta más de un golpe se llevó en su salida.

Pero ya había dejado el antecedente que nunca abandonó a Carlos Salinas, de quien fueron memorables sus malos ratos en los informes. Recuerdo la cabeza histórica de La Jornada, a una crónica de Elena Gallegos, que sigue siendo referente de su gestión: “Ni los veo ni los oigo: Salinas”.

Los seis informes de Zedillo también fueron marcados por las mantas, las interrupciones, los gritos y abandonos, al igual que con Vicente Fox, que ni siquiera pudo ingresar al salón de sesiones a entregar, ya no se diga leer, su último Informe, el 1 de septiembre de 2006. De plano, no lo dejaron entrar, y se fue. Dejó el informe en la puerta.

Felipe Calderón fue el último presidente que ingresó a San Lázaro a dejar su informe, luego de su atropellada toma de posesión, el 1 de diciembre de aquel mismo 2006.

Después de eso, el Ejecutivo no volvió a entrar a la Cámara de Diputados. Su única presencia es en la entrega de la Belisario Domínguez, en el Senado, donde acude como invitado de piedra.

El lunes, el presidente del Congreso, el perredista Jesús Zambrano, cuyo partido votó a favor de la exclusión presidencial, pidió a Miguel Ángel Osorio Chong que le llevara un recado al presidente Peña Nieto para que volviera a la Cámara de Diputados, cuando el tema no es del Ejecutivo, sino del Legislativo.

Y sí, ojalá vuelvan los presidentes al Congreso, pero los diputados le tienen que abrir la puerta que le cerraron. m

Nos vemos mañana, pero en privado.

Twitter: @lopezdoriga
Web: lopezdoriga.com