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Una pregunta se vuelve recurrente: ¿Por qué, aun en las difíciles condiciones derivadas de la pandemia, la aprobación presidencial no solo no ha caído, sino que muestra una tendencia al alza?

Ayer, en el tracking de Consulta, el acuerdo con el Presidente alcanzó 59 por ciento, su mayor nivel en lo que va del año y más de 10 puntos arriba de lo observado entre marzo y junio.

Ciertamente, la gestión gubernamental no explica esto, pues en ese ámbito las opiniones más bien son negativas. Ante ello, el razonamiento típico es que la aprobación está anclada en la personalidad del Presidente, en su forma de comunicar, en su deslinde del pasado y en la expectativa de un cambio.

Aunque todo eso debe tener un peso importante en las evaluaciones sobre el Presidente, no creo que explique el alza que se ha registrado en los últimos tres meses.

Me parece que en la ecuación hay que introducir la evolución de la pandemia; no tanto lo que se refiere a contagios, hospitalizaciones y muertes, sino a las percepciones sobre los riesgos del coronavirus y las exigencias que impone a la vida cotidiana.

Por obligación, por desesperación o simplemente porque se perdió el miedo, la gente ya no está confinada y ha retomado las calles. En CdMx los datos apuntan a un significativo aumento en el tránsito vehicular desde finales de junio, lo que coincide precisamente con el mejoramiento de la aprobación presidencial.

Además, las encuestas muestran que la pandemia ha dejado de ser la principal preocupación de los mexicanos. Y, de acuerdo con un tracking de TResearch, hoy no solamente la gente se siente más feliz que al inicio de la crisis, sino que se distingue una clara asociación entre esta percepción y la aprobación presidencial.

A medida que estas concurrencias resaltan la importancia de la “normalización” de la vida cotidiana para el estado de ánimo de la gente y para la aprobación presidencial, se vuelve muy difícil pensar en un retorno al confinamiento.

El problema es que, a juzgar por la evolución de la pandemia, esa medida podría llegar a ser indispensable para contener un repunte en los contagios y evitar la saturación hospitalaria y el aumento de fallecimientos.