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Una nueva terminal aérea en la 
ciudad de México no está entre 
las prioridades del gobierno federal.

El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) es uno de los peores recordatorios de nuestra condición de país en subdesarrollo.

Y no se trata de compararnos con terminales aéreas tan espectaculares como las de Hong Kong o Singapur, que son de una funcionalidad y operatividad excepcional, se trata de que el aeropuerto principal de este país no sea un cuello de botella para el país.

Los retrasos y cancelaciones de vuelos en la terminal de la ciudad de México son cuestión de todos los días. Las líneas aéreas pierden recursos y credibilidad porque son las que dan la cara a sus clientes cuando no pueden cumplir con un servicio por causa del aeropuerto.

Enumerar las fallas de la terminal llamada Benito Juárez sería un proceso largo. Quien use el aeropuerto tiene su propia lista abultada de incomodidades, arbitrariedades y calamidades.

El aeropuerto de la capital es insuficiente y a decir de sus propias autoridades está a punto de la saturación total.

Tiene más de tres décadas que se debió tomar alguna determinación para construir otro aeropuerto para la capital y ya han pasado tres lustros desde que fracasó el intento de desarrollar un aeropuerto alterno en Texcoco.

Este gobierno llegó con una lista de prioridades en infraestructura, donde la transportación aérea no aparecía. Carreteras y hasta trenes, pero no un nuevo aeropuerto capitalino.

Hay política en el tema. Sin duda, un desarrollo de esas dimensiones tiene un impacto positivo en la imagen del gobierno federal, pero también de la autoridad local, que puede presumir la obra que se hace para los habitantes de su ciudad.

Y en el camino del proyecto de crear otro aeropuerto en la ciudad capital se atraviesa el intento de potenciar a Toluca como una alternativa; proyecto impulsado por un gobernador mexiquense que ahora gobierna el país.

Los terrenos que tiene disponibles el gobierno federal en la zona de Texcoco son de extensión suficiente aunque de construcción complicada por su carácter pantanoso, pero hay la tecnología para ello.

Las vías de acceso tienen que ser en consenso con el gobierno del Distrito Federal. Y el transporte público tiene que ser suficiente.

Es una obra que tardará muchos años, suficientes para que la industria aérea experimente una apertura que aumente la oferta, lejos de colusiones y concertaciones que hoy se sospecha existen en ese sector.

Toluca es una alternativa real, sobre todo cuando buena parte de la demanda se concentra al oriente de la ciudad de México, más cerca de la capital mexiquense que de los terrenos donde se construiría la nueva terminal.

Cuando a un funcionario lo llevan sus escoltas hasta la escalera del avión y no batalla lo que el resto de los ciudadanos es como el jefe de gobierno, al que le abren el paso en las calles de la ciudad y entonces asegura que aquí no hay tráfico.

Ésta es una decisión pendiente del gobierno de Peña Nieto que urge que asuma con prontitud, porque entre el anuncio y el primer despegue habrán de pasar entre cinco y siete años.