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Trump ya no es un huracán categoría 5, pero sería un error minimizar su capacidad de cambiar las piezas del tablero.

No es una bomba el documento que la oficina del representante comercial de Estados Unidos ha enviado a su Congreso: es un texto donde predomina el pragmatismo. Se nota que los técnicos, encabezados por Robert Lighthizer, han ido ganando terreno sobre los rudos.

Tampoco es un bombón ese documento. El señor Trump quiso dejar su marca en él y logró incluir un asunto que le obsesiona: la reducción del déficit comercial de Estados Unidos con sus socios comerciales de América del Norte.

La balanza comercial entre México y Estados Unidos era favorable a los estadounidenses hasta que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio. En 1993 hubo un pequeño superávit para Estados Unidos, cercano a los 1,300 millones de dólares. La situación ha cambiado dramáticamente. En el 2016, la balanza comercial presentó un superávit para México cercano a los 60,000 millones de dólares.

Trump lleva años obsesionado con los datos de la relación comercial entre México y Estados Unidos. El presidente sostiene que ese déficit es una de las pruebas más elocuentes de la perversidad del acuerdo comercial. Este desbalance es, quizá, una de las imágenes mentales que Donald Trump tiene en la cabeza, cuando él dice barbaridades como “están aprovechándose de Estados Unidos” o “NAFTA es el peor acuerdo comercial firmado en toda la historia”.

¿Qué tan amenazante es esta obsesión para el futuro del TLCAN y, en especial, para México? Empecemos por decir lo obvio: Donald Trump sigue siendo el presidente de Estados Unidos. Es claro que ha perdido poder. Ya no es el huracán de categoría 5 que parecía ser en enero, pero sería un error minimizar su capacidad de cambiar las piezas en el tablero. Se ha convertido en una tormenta tropical con fuerza suficiente para obsequiarnos una buena empapada de agua fría. No está solo, lo apoyan y acompañan el grupo de los rudos, que encabeza Stephen Bannon y donde participa Peter Navarro (economista en jefe para asuntos comerciales de la Casa Blanca). No menosprecien a este grupo rudo: ellos le dieron ánimo a Trump para abandonar el Acuerdo de París.

Trump está haciendo oír su voz (o dejando su huella) en el documento que servirá como guía de la renegociación. Al hacerlo, le añade complejidad a la negociación. No es fácil garantizar que se pueda reducir el déficit comercial binacional. Será complicado diseñar los mecanismos concretos para cumplir ese objetivo.

Imaginen, por un momento, que hay avances concretos en temas complicados como la eliminación de los paneles internacionales para resolver controversias o una solución al acomodo de las cuestiones laborales y del medio ambiente. Imaginen que, en ese momento, dice alguien de la Casa Blanca: “Momento, esto no está completo, ¿dónde están las garantías de que se reducirá significativamente el déficit comercial?”. ¡Auch!

El que esta obsesión de Trump por el déficit haya quedado en el documento no generó gran preocupación en el equipo mexicano, a juzgar por las primeras reacciones del secretario Guajardo. En buena medida, porque el funcionario y su equipo han preferido ver el vaso medio lleno y compartirnos su visión. Qué bueno que estén tranquilos y proyecten tranquilidad, pero cuidado: Trump hizo un compromiso con sus electores y no ha podido cumplirlo. Ojalá que no utilice el NAFTA como estandarte para reponer lo que no pudo hacer con su plan de Salud.

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