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No es que el Presidente electo se apodere de la agenda de los medios: es que se la regalan. En especial, durante la pasada campaña, lo convirtieron en rockstar con una cobertura gratuita permanente. Estamos ante nuestro político con mejor manejo de medios en la historia.

En esa idea, jamás expresa en público nada sin intención: desde que recibió “un país estable y sin crisis económica” hasta que recibió “un país en bancarrota”, pasando por los periodistas “que se portaron muy bien” o que “manipulan la información” y son “prensa fifí”.

Ayer, por ejemplo, hizo olvidar lo de “un país en bancarrota” y “prensa fifí” con un comentario que a muchos pareció un despropósito, pero fascinó a sus seguidores: los cadáveres ya no caben en la morgue de Tlaquepaque porque a él le “robaron” la elección de hace… 12 años.

Listo: la noticia de hoy es aquel “robo”: cobertura gratuita en beneficio de su campaña presidencial permanente y sus (al menos 33 millones) simpatizantes, que es a quienes se dirige porque son su base social y sostén de su popularidad.

Así se mantiene el país en efervescencia constante, lo cual será su estilo diario de trabajo mientras conduzca los destinos de México: nunca adecuará el lenguaje de acuerdo a su investidura, como reclaman muchos. ¿Para qué? No lo necesita. A sus seguidores les gusta. Para ellos actúa.

Se trata de un guión que ha funcionado a la perfección a Trump en Estados Unidos: para los comicios que ganó en 2016, la prensa americana dio los mayores espacios a cada una de sus ocurrencias. Hoy, se comporta como si aún fuera candidato… y se lleva todos los titulares y teasers.

En el guión del inquilino de la Casa Blanca, nada importa que diga una cosa hoy y otra mañana. Su único objetivo es la supervivencia mediática y la complacencia a sus votantes, que son muchos y le dan su respaldo en su visión, equivocada o no, para “volver a ser grande a América”.

Igual sucede con los epítetos usados por nuestro Presidente electo contra quienes señale como sus contrarios. Quizá en su fuero interno no siente de verdad lo que dice, pero le jala en su estrategia de dividir a seguidores y detractores.

Además, los remoquetes forman parte del guión del populismo para gobernar: En Nicaragua, Daniel Ortega llama a sus críticos “buitres”, “carroña”, “plaga”, “vampiros”, “puchitos”; Rafael Correa les decía en Ecuador “pelucones”, “malcriados”, “enjoyados”.

Y, el chavismo en Venezuela, “escuálidos”, “oligarcas”; como antes el castrismo “gusanos”, “escoria”; los soviéticos “perros rabiosos”, “burócratas”. Tampoco es que estén descubriendo el agua tibia. Es un librito que está escrito.

Que sí funciona.

Y  funciona muy bien.

Por Rubén Cortés