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Al empezar la vacunación en Cuajimalpa, los responsables de escoger lugares adecuados reportaron que muchas escuelas no servían para la tarea porque habían sido saqueadas. Funcionarios del INE que buscaban lugares para instalar sus casillas, encontraron un panorama semejante, en todo el país.

A fines de mayo, El país reportó que, entre marzo de 2020 y marzo de 2021, las escuelas de México habían sufrido casi 7 mil robos ( https://bit.ly/3gNk5qL).

Dieciocho escuelas habían sido robadas cada día durante ese año, con promedios regionales variables. Cada mes robaron 65 escuelas en Jalisco, 48 en Guanajuato y 23 en Ciudad de México.

Al robo de cables eléctricos, equipos de cómputo, mobiliario, tubos de drenaje, inodoros y lavabos, se asociaron actos de vandalización pura: vidrios rotos, armarios destrozados, puertas destruidas. Los robos sugieren que las escuelas no solo fueron cerradas, sino abandonadas a su suerte por la autoridad. Escuelas públicas hay unas 196 mil en México. Podría alegarse que 7 mil escuelas robadas no representan un daño patrimonial tan grave. No creo que esa estadística consuele a nadie.

Además del costo patrimonial hay en estos hechos un costo de moral pública. Si no hay respeto a la integridad de las escuelas, una de las instituciones mejor valoradas por los mexicanos, algo esencial se ha perdido de solidaridad social. El robo a escuelas públicas tiene un toque de profanación, como el robo de una iglesia o de un asilo, pues pocos bienes hay más respetados, si no admirados, por la sociedad.

Los maestros solían encabezar las mediciones de confianza pública. La educación solía ser la aspiración mas compartida del país y el bien público que más agradecían los mexicanos. Inquieta pensar que hay un extendido grupo de mexicanos que vieron en las escuelas vaciadas por el covid una oportunidad de robo, vandalismo y saqueo. Se dirá que es nada frente a la brutalidad del crimen, las masacres, los secuestros, los feminicidios.

Desde luego, pero creo que en torno a las escuelas públicas hay un intangible de compromiso, respeto y esperanza de parte de la inmensa mayoría de los mexicanos. Robarlas y saquearlas afrenta un código especial, particularmente sensible y delicado, de nuestra moral social.