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La Junta de Gobierno del Banco de México ha decidido por unanimidad transitar con los ojos cerrados hacia una baja de la tasa de interés de referencia. Desde su anuncio de política monetaria del pasado 15 de mayo decidió bajar 50 puntos base, y adelantan otro medio punto porcentual para la siguiente reunión del 26 de junio.

Sólo que, en ese camino cantado con tal anticipación, la inflación se ha comportado de otra manera. Ese dato de ayer, de una inflación general anual al cierre de mayo de 4.42% y una inflación subyacente de 4.06%, aconsejan una prudencia ausente en el banco central.

No es sólo cuestión de explicar que incluso con ese nivel inflacionario, que está fuera del rango de la meta del Banxico, queda margen suficiente para reducir la tasa de referencia, que hasta ahora se mantiene en 8.50 por ciento.

Si la política monetaria fuera matemática simple, no tendría sentido tener un banco central.

La Junta de Gobierno está conformada por un grupo de expertos economistas altamente calificados, que tienen equipos de asesores muy competentes y poderosas herramientas de análisis que les dan ese nivel de autoridad en la materia.

También es verdad que en estos tiempos en que las autonomías están amenazadas con el régimen actual, no se puede dejar de ver de dónde vienen muchos de los integrantes de ese órgano colegiado.

El exsecretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, era incluso distante de la Junta de Gobierno, pero la insistencia de la gobernadora Victoria Rodríguez Ceja de ponerle tanta atención a la debilidad de la actividad económica hace inevitable recordar que el actual secretario de Hacienda, Edgar Amador, fue su jefe seis años en la Secretaría de Finanzas de la Ciudad de México.

Por eso, los cinco integrantes de la Junta de gobierno del Banco de México, además de ser expertos, deben ser autónomos y hábiles comunicadores de cómo lograr cumplir con el mandato único de combatir la inflación.

El poder de la comunicación de un banco central es una de las herramientas más poderosas, porque de esa manera influyen en las decisiones de los agentes económicos en momentos como este, en los que la inflación no está abatida.

Anticiparse, como lo hizo la Junta de Gobierno, a seguir inevitablemente con otros 50 puntos base de baja en la tasa referente, reduce su margen de maniobra, pone en entredicho su independencia y puede resultar contraproducente.

No sólo son los productos pecuarios y su descomunal 10.85% de inflación anual, son los servicios y los alimentos que se miden dentro de la inflación subyacente que simplemente no ceden en sus incrementos.

No parece haber otra alternativa con la actual composición de la Junta de Gobierno del Banco de México que mantener ese respaldo de facto al desempeño económico, porque es prioridad del gobierno federal evitar a toda costa una recesión.

Pero eso no es tarea del banco central, ojalá que al menos en la siguiente discusión de política monetaria, que se dará un día después de conocer la inflación de esta primera quincena de junio, haya voces que sean más críticas y que incluso haya al menos un voto disidente.