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Hay dudas en el gobierno federal sobre la pertinencia de continuar con la refinería de Dos Bocas en Tabasco, queda claro después de leer las declaraciones del subsecretario Arturo Herrera a Financial Times. Los recursos anunciados para esta obra, 8,000 millones de dólares, podrían ser más productivos en otros lados, por ejemplo el fortalecimiento de la capacidad de Pemex para exploración y producción. Esta actividad es 20 o 30 veces más rentable que la refinación.

Otros, en el gobierno, piensan que poner en pausa el proyecto de la refinería podría mandar una señal que produciría confianza en los mercados y reduciría la fricción con las agencias calificadoras. En este grupo se encuentra Arturo Herrera. Él sabe que decir no a Dos Bocas tiene un beneficio tangible en el corto plazo para quienes llevan las finanzas públicas: reduce el riesgo de una baja de nota para Pemex y para la deuda soberana de México.

Dicen los insiders que el propio presidente López Obrador ha estado valorando esta “solución” en los últimos días. Está consciente de que deberá ajustar algunos de sus planes a la realidad presupuestal. Sabe de los cuestionamientos a Dos Bocas y del costo que tendría para su gobierno y para el país una baja en la calificación de la deuda y la pérdida del grado de inversión. Si esto ocurriera, una parte significativa de los ahorros generados con la austeridad se debería dedicar a pagar el incremento en el costo financiero de la deuda.

La respuesta pública a las declaraciones de Herrera deja claro que hay otra posición en el gobierno: Dos Bocas va, contra viento y marea, dice la secretaria de Energía, Rocío Nahle. Ella es la encargada del plan de resurrección de las refinerías. La funcionaria insiste en que el proyecto en Tabasco es viable y que podría realizarse en un plazo de tres años, con un costo que iría de 6 a 8,000 millones de dólares. La secretaria desprecia los cálculos independientes que advierten que Dos Bocas costará 12,000 millones, mínimo, y tardará más de cinco años en producir.

Ayer AMLO apoyó a la secretaria Nahle, entre otras cosas porque, al parecer, no le gustó que el subsecretario Herrera tomará la iniciativa en la comunicación de un tema tan trascendente y tan complicado de procesar. Herrera actuó como tecnócrata y lanzó un mensaje que pretendía calmar a los mercados. No tomó en cuenta la dimensión de la política interna de sus declaraciones. Por ello, fue desautorizado.

La película continuará porque las dudas siguen. Hay muchas preguntas que el gobierno de AMLO no ha podido responder con el nivel de profundidad y detalle requerido. ¿Por qué hacer una refinería nueva, tan grande, cuando hay seis refinerías que operan entre 20 y 30% de su capacidad?, ¿podría hacerse una versión más pequeña, menos costosa, de Dos Bocas?, ¿por qué apostar por refinar combustibles fósiles, en vez de usar esos recursos para energías renovables? Más allá de que el presidente es de Tabasco, ¿qué sentido tiene hacer la refinería en un terreno que no es apto y está tan lejos de los centros de consumo? ¿Qué se hará para mitigar el impacto ecológico de Dos Bocas… se habla de que será muy contaminante para las poblaciones cercanas?, ¿de dónde saldrán los recursos?, ¿cómo evitar que el financiamiento de la refinería hunda más a Pemex y arrastre el gobierno federal? ¿Quién ganará al final, Arturo Herrera o Rocío Nahle?