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¿Quién querría irse de un lugar en donde todos los que te miran lo hacen de reojo, mientras no les des permiso de hacerlo? Nadie.

Hay personas que se vuelven obsesivos por el control de todo a su alrededor, pero aún más, de todas y todos los que habitan cerca de él.

Nadie quiere ser dejar de ser iluminado con todos los reflectores para convertirse en sombra, en una que únicamente luce cuando las luces comienzan a apagarse.

Elegir el blanco y negro para fotografiar, es inyectar un poco de drama, de buscar que la luz y la oscuridad hablen por sí solas, porque en realidad todo lo que allí aparezca, solo será un instrumento para darle mayor sentido a la imagen.

No importa si aparece alguien llorando, o sonriendo, la luz y la oscuridad nos aporta el resto de la intención del fotógrafo a la hora de capturar el momento evitando el color.

El blanco y negro es elegancia, misterio, suspenso, soledad, ironía, trama, dolor, angustia y a veces hasta un toque de enigma.

Como esta imagen que nos regala el especialista en blanco y negro, el fotógrafo inglés Mark Fearnley quien se ha especializado en Fine Art y en todo lo que pueda captar con luz y sombra allá afuera en las calles.

Su paciencia es una de sus mayores virtudes, porque si bien encuentra un lugar llamativo, sabe esperar a que sea el momento más adecuado para dar click.

Sus fotos siempre emulan la soledad, y el vacío que puede proyectar una sola persona en medio de un callejón en donde la casi ausencia de luz, se convierte en un cuadro llamativo para él.

Esta imagen que vemos desde el interior de un cuarto oscuro, que solo deja entrar la luz que viene de afuera en medio de las dos puertas de madera que disponen a estar abiertas para ser testigos de las figuras que allí detrás pasan.

Dos copas de vino vacías, como un recordatorio que la simetría existe, que el ying yang también se encuentra entre ellas.

Dos vasos de cristal separados, como si quisieran estar distantes y lejanos frente al romanticismo perfecto de las copas que se tocan y acarician justo en la curva de sus cuerpos.

Pero también un par de sombras que parecieran estar del otro lado del cristal. Una cubeta quizá para hielos y algo más que desconozco.

Un espacio que es dividido por un cristal, que atestigua el pasar de la gente, con sus humores y sus posturas que gritan el dolor o la alegría.

Mark capturó a quien camina cabizbajo, con un desgano de ir hacia allá y con un desinterés que su cuello se ha encogido y solo mira el suelo.

Como quien no desea avanzar y tampoco observar lo que le espera unos pasos más adelante, simplemente quien no quiere.

Un cuerpo masculino, quizá ataviado de traje, con una joroba quizá causada por algún tema médico o de deformación o simplemente porque su cuerpo grita su falta de poder y por eso su encogimiento.

Nadie se quiere ir - nadiesequiereir
Foto en blanco y negro de una siluta tras un cristal. Foto de Mark Fearnley / Instagram @mark.fearnley

La comunicación no verbal, esa que tanto me gusta, nos dice que al sentirnos impotentes o subordinados cambiamos la postura como tensándonos y achicándonos, como una especia de protección, porque dejamos caer los hombres y la cabeza se va para abajo.

La falta de poder también se refleja, y ese hombre que camina de izquierda a derecha parece inseguro de quién es, no solo de hacia dónde va.

Si usted en este momento se sienta con la espalda erguida, y respira profundamente verá que hasta se sentirá relajado, en cambio si lo hace encorvado, el efecto será todo lo contrario.

Así que no necesitamos ver el rostro de este hombre para entender que allí hay algo negativo, o algo que ni él mismo quiere ver.

Por eso inicié diciendo que hay quienes no se quieren ir de esa casa, de ese trabajo, de esa relación, a pesar de todo y con todo. Los cuerpos exclaman lo que el habla no completa decir.

Y sé que usted pensaría que esta silueta masculina es Donald Trump, pero increíblemente no lo es, solo es un hombre que camina en el interior de uno de los edificios más históricos de Gran Bretaña, el Somerset House.

Pero así la fotografía también nos obliga a imaginar entre sombras y siluetas, el drama que podría estar viviendo el actual presidente de Estados Unidos. Con ese caminar hundido y achicado ante una posible e inminente derrota ante Joe Biden, un lamento que sale de su cuerpo diciendo “no me quiero ir”.