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Cuando nos referimos al resultado de algún conteo y/o estadística, decimos siempre que los números son fríos; sin embargo, los datos de fondo que arrojan esas cifras, son el asunto más preocupante que ahora nos ocupa.

Consignado está el dato de cuántos homicidios se registraron el año pasado, 2017: 31 mil 174, cifra superior a la del 2016.

Estos números, así de fríos, nos revelan los problemas más graves que trastocan la vida de los mexicanos.

Un promedio de 70 asesinatos por día,-según datos del Instituto Nacional de Estadística- ubican al año 2017  como el más sangriento en lo que va del siglo.

Las autoridades de seguridad dan en llamar “homicidios dolosos “,-como si hubiera de otros-.

Todos  se resumen en pérdidas de vidas humanas. Ausencias que dejan dolor y abandono a familias enteras, parece que solo sirven para abultar las estadísticas.

Siempre son impactantes los datos que nos indican el incremento constante de asesinatos.

El número de pérdidas humanas, que aumenta año con año, mejor dicho día con día y hora por hora a causa de la violencia, nubla la vida de un país que no lo merece.

Cómo y con qué combatir el crimen, que a su paso deja cuerpos decapitados, destripados, cabezas embolsadas, cajuelas de vehículos repletas de cadáveres triturados sin vida.

La existencia de fosas clandestinas atestadas de cadáveres cuyos deudos nunca los encontrarán. Hay panteones llenos de dolientes que gimen, lloran y despiden a sus muertos con lágrimas, lamentos y cantos.

Hay funerarias saturadas de féretros cubiertos con cartas y flores, en donde solo se escucha el murmullo de los rezos y los gritos de dolor por la ausencia de sus seres queridos.

Todo empezó por una fallida guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico que Felipe Calderón, el presidente que hizo de la violencia su mejor distintivo de gobierno. De entonces acá, los datos son siempre espeluznantes y siempre a peor.

Ojalá el nuevo Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se decida por el verdadero cambio, que implica no hacer lo mismo que los anteriores.

En materia de comunicación social, sus anticipos recuerdan a Martha Sahagún y a Vicente Fox ofreciendo conferencias diarias en los Pinos. Seis meses después, el desgaste era tal que la vocera debió ser despedida, pero en lugar de eso Fox se casó con ella. Lo demás fue desgaste, el mismo que vivió Calderón y, después, Peña Nieto, porque el modelo de comunicación siguió igual.

En otro orden de cosas, vemos  que la nota roja ocupa grandes  espacios en los medios de comunicación. Mencionan casos de secuestro, extorsión, desaparición y ajusticiamiento en Tijuana, en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en el Estado de México (con el nada honroso número uno en feminicidios), en Guanajuato, en Guerrero, en Jalisco, en Michoacán, en Morelos y así podría mencionar a la Ciudad de México y muchas otras entidades del territorio nacional.

Mientras se extiende la violencia y la criminalidad, las autoridades encargadas de brindar seguridad a los ciudadanos, se concretan a difundir información acerca de la captura de los cabecillas de cárteles de la droga (que solo ha redundado en la fragmentación de las células criminales  del narcotráfico) como si está fuera la mejor estrategia para acabar con el problema y se calmara el ambiente de miedo y en muchos casos de pánico que invade al país-.

Ya se trate de asaltos, secuestro, desaparición o asesinato, los delincuentes huyen y nunca son capturados.

De cada 10 casos denunciados, solo en tres se sigue la investigación. ¿Con cuál plan de seguridad se combatirá y arrancará  de raíz la endemia llamada impunidad?

Con excepción del armamento con el que cuentan las fuerzas armadas, los sicarios de la droga y “huachicoleros” superan en mucho, el equipo que usan quienes se encargan de hacer frente al crimen organizado.

Cuando una célula del narco arriba a una población -cualquiera-, de inmediato se ocupa de bloquear todo tipo de señales de comunicación, dejando aislados  a sus habitantes por espacio de dos o tres días.

Estos hechos la gente no los denuncia por temor a que los descubran y los maten, prefieren callar, a sabiendas de quiénes son los  que los someten .

Este relato es una pequeña muestra de lo que esconden los números negros y fríos de las encuestas, censos y sondeos que de pronto sorprenden, pero que en el fondo huelen a tragedia. Una tragedia que ensangrenta  a México.

No hay de otra… ¡Digamos la Verdad!