A la pregunta “¿Qué queremos?” Seguramente habrá quien responda “que se vayan todos”. Actualmente, una crisis en la política mexicana generada a partir de la tragedia de Iguala pero con un caldo de cultivo de muchos años donde imperó la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la desigualdad, y que explotaron al concluir la “etapa … Continued
A la pregunta “¿Qué queremos?” Seguramente habrá quien responda “que se vayan todos”. Actualmente, una crisis en la política mexicana generada a partir de la tragedia de Iguala pero con un caldo de cultivo de muchos años donde imperó la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la desigualdad, y que explotaron al concluir la “etapa reformista” que sentó a los partidos políticos como hacía años no lo hacían.
Hoy vivimos un momentum en esta crisis; ya todos los actores se expresaron, ya escuchamos a los familiares de los normalistas desaparecidos, ya vimos a maestros disidentes, ya salió la ciudadanía a expresar su sentir en forma pacífica, ya escuchamos a varias organizaciones de la sociedad civil y a analistas, ya vimos detenidos, renuncias, investigaciones. Los partidos se han posicionado cada que pueden buscando ventajas electorales como nos han acostumbrado, y escuchamos al presidente con un decálogo de medida. En algún momento todos deberíamos sentarnos a reflexionar fríamente qué queremos para el país; las soluciones no son ni fáciles, ni inmediatas, ni dependen solo de la voluntad del gobierno, van algunos ejemplos.
- Decidamos, ¿queremos vivir en democracia? Yo creo que debemos quererlo todos, no estamos contentos con la forma en que hoy funciona, pero todas las alternativas a la democracia son peores, así que pensemos qué debemos regular y qué debemos desregular (mucho, por cierto). ¿Las elecciones son caras? Pugnemos porque sean más baratas. ¿Que son muchos diputados? Presionemos para que disminuyan. ¿Que no nos gusta ningún partido? promovamos la participación de candidatos independientes. Sólo recordemos que si queremos la democracia debemos aprender a perder, no sólo a ganar.
- No queremos ya violencia, eso es claro, la violencia tiene años en niveles espantosos en muchas zonas del país y a todos nos ha afectado de una u otra forma. Quisiéramos que ya no exista, sabemos que es imposible desaparecerla porque es inherente a toda convivencia, pero los niveles que ha alcanzado hacen ingobernables muchas regiones. Debemos también entender que el fuego no se apaga con gasolina, no podemos usar la violencia y gritar “no a la violencia”, no podemos ser violentos argumentando “más violento es el Estado”, con lo cual justificamos ambos lados de esa violencia.
- Queremos que mejore la economía , queremos que haya menos pobreza, menos desigualdad, etcétera. Para ello debemos apoyar toda medida que tienda a generar más actividad económica, la construcción, el comercio, la educación, etcétera. De nuevo, ¿eso queremos? Porque parecería que algunos aplauden las tomas de carreteras o aeropuertos con el argumento de “se presiona al gobierno” sin razonar en que los afectados son los bolsillos y las mesas de muchas familias.
- Queremos que exista más tolerancia y menos discriminación, que no nos veamos como enemigos por el hecho de pensar diferente, de vestir diferente, de nacer en lugares diferentes, de tener color de piel diferente, de ser de sexo diferente, de diferentes niveles económicos. La pobreza no es un delito ni la riqueza una vergüenza. La discriminación y la intolerancia sí lo son. Aceptar esto implica de nuevo cambiar nosotros, la situación actual ha polarizado y ha generado odios; pensar diferente es en este momento razón para ser insultado. Si queremos ser escuchados debemos ser capaces de escuchar.
- Queremos que las leyes no sólo existan sino sean respetadas. Éste debería ser el principio de todo sociedad, pero si queremos eso debemos nosotros también estar dispuestos a ello. La cultura de la legalidad en México es pobre, nos han acostumbrado que la impunidad es tan grande que violar la ley no tiene costos. Las nuevas generaciones aprenden con el ejemplo, es igual de malo el empresario que no paga impuestos, el empleado que le roba en su empresa o el funcionario que se queda con sus impuestos; el automovilista que se pasa una luz roja que el peatón que tira basura en la calle. Estemos dispuestos a cambiar nuestra actitud ante la ley para exigir que la ley se aplique a quien no lo haga.
- Queremos mejores medios de comunicación; sin duda, queremos más y mejores, tener opiniones, que cada quien vea y lea lo que quiera. Las redes sociales son un avance al respecto y está un proceso de apertura de nuevas cadenas. El incremento de cobertura de Internet contribuirá a esto. Promovamos el medio que nos gusta y permitamos que otros hagan lo propio con el que prefieran; no tratemos de imponer nuestras preferencias.
- No nos gustan los políticos, ni los partidos, y no hay muchas razones para que nos gusten, pero ellos no vinieron de otros planetas u otro país, entendamos que son un reflejo de lo que somos. No son inventados, son corruptos porque hay corrupción; gobiernan porque se vota por ellos. Si queremos cambiar la calidad de los políticos cambiemos la calidad de la sociedad que ellos reflejan.
- Y así podemos seguir: queremos mejores leyes, empujémoslas; mejor educación que implica reformas; menor desigualdad, que implica que el gobierno apoye polos de desarrollo y ésos se paguen con impuestos de todos; queremos mayor participación de la sociedad, menos corrupción, respeto a las libertades y a los derechos humanos, mejores policías, etcétera, etcétera; pero todo implica cambios personales y presiones colectivas.
El destino al que quisiéramos llegar es el mismo, pero la violencia y la intolerancia NO resolverán nada, al contrario.
Cambiar nosotros hará cambiar al sistema, ayudar a México no es ayudar a sus gobernantes, ellos se van pronto; ayudar a México es ayudarnos nosotros.