La divisa populista de López Obrador de que “la mejor política exterior es la interior”, provocó que, durante su gobierno, la marca país México perdiera el primer lugar continental, para quedar detrás de Brasil y Argentina
Otra mala herencia del gobierno de López Obrador es la vocación de aldea para alejar la figura presidencial de los grandes escenarios de la política mundial. Ayer, por ejemplo, Sheinbaum informó que no sabe aún si participará en el G-7, en Canadá.
Antes, la presidenta no asistió a la reapertura de la catedral de Notre-Dame en París, aunque somos el segundo país católico más poblado del mundo. Perdió oportunidad de juntarse con 50 mandatarios y mandatarias del mundo libre que sí fueron.
Sheinbaum tampoco aceptó la invitación al funeral del Papa Francisco I en Roma, pasando igualmente por encima de la consideración de ser México el segundo país católico más poblado del mundo; y que Francisco I era ferviente devoto de la Virgen de Guadalupe.
López Obrador justificó su aislamiento con que el presidente Venustiano Carranza nunca viajó. Pero Carranza fue presidente un siglo antes. Y hoy México tiene tratados de libre comercio con 50 países, y es la 12ª economía más grande del mundo, según el FMI.
La divisa populista de López Obrador de que “la mejor política exterior es la interior”, provocó que, durante su gobierno, la marca país México perdiera el primer lugar continental, para quedar detrás de Brasil y Argentina.
A causa del aislamiento de un aldeano de Palacio, sólo vinieron desde 2018 (y apenas una vez) tres líderes de países de peso: Pedro Sánchez (España), Biden y Trudeau. En cambio, el dictador cubano Díaz-Canel dio el discurso oficial por las Fiestas Patrias, en 2021.
No volvieron a México los jefes de Estado o de Gobierno más relevantes de Asia: Japón, China, India, Indonesia; ni de Europa: Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Rusia, Holanda, Suecia. Los de EU y Canadá vinieron obligados por el T-MEC.
Y el español Sánchez había pactado la visita en el último tramo de Peña. Pero peor no le pudo ir. López Obrador le creó un problema de política interna con el Rey Juan Carlos, al exigir disculpas por la llegada de Hernán Cortés en 1519, a lo que hoy es Veracruz.
Total, tanto lío patriotero para que, hoy, la esposa de López Obrador esté tramitando el pasaporte español, al hacer uso de la Ley de los Nietos, que permite a los descendientes de españoles obtener la nacionalidad. Ajá: la sempiterna falsedad de López Obrador.
La vocación de aldea eliminó el fideicomiso federal ProMéxico, que fomentaba el comercio y la inversión extranjera, y que en el sexenio de Peña trajo 75 mil 496 millones de dólares en inversión extranjera, mientras López Obrador generó 59 mil 738 millones.
Estadista es quien gobierna con visión de Estado y futuro; político es quien busca ganar la siguiente elección.
Sheinbaum debe decidir qué es.