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Apenas en mayo pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador defendió la ausencia de cualquier programa de respaldo para el empleo y las compañías que lo generan diciendo que, si una empresa quebraba, era problema de los empresarios.

Pues de acuerdo con números del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tan solo en abril y mayo desaparecieron 9,984 empleadores de sus registros. Estas eran empresas formales en un país donde la mayor parte de la economía se mueve en el terreno informal, así que habrá que calcular cuántos emprendedores en la informalidad simplemente ya no pudieron continuar con sus actividades.

Y contrario a lo que cree López Obrador, no son solo 10,000 empresarios formales los que hoy tienen que sufrir la realidad de haber perdido sus negocios y entonces que se rasquen con sus propias uñas, son en parte responsables de que entre marzo y mayo se hayan perdido 1 millón 30,368 plazas laborales registradas ante el IMSS.

Son estos empleos, los que se generan en la iniciativa privada y que gozan de la seguridad social, los de mayor calidad en este país, pero no son los únicos. Estas plazas perdidas son tan solo una parte de la historia de millones de mexicanos que hoy no tienen un ingreso.

El dato más cercano a la realidad del problema del desempleo lo aportó el Inegi con su primera encuesta telefónica de ocupación y empleo. Doce millones 500,000 personas se quedaron sin ingresos en abril. De ellos 10 millones 400,000 pertenecían a la informalidad.

De ese tamaño es la desgracia económica por la que atraviesa México. No se trata de argumentar, con frialdad antipática, que apenas será un millón de empleos el que se perderá, como si eso fuera un gran logro. Menos de decir que la mortandad de empresas registrada ante el IMSS representa apenas 1% del total de patrones registrados. Es un asunto de personas viviendo una desgracia económica.

Las homilías desde Palacio serían útiles para mantener el espíritu en alto de los seguidores de la 4T en la medida en que el gobierno federal tuviera una respuesta efectiva y contundente para la crisis económica. Pero no la tiene. Así que los decálogos suenan más bien a una burla.

Es un hecho que no saben de qué hablan desde la cúpula del poder cuando pronostican una recuperación de la economía mexicana en forma de “V”. Eso significaría una recuperación de la misma dimensión de la caída. Es algo que simplemente no va a ocurrir.

La pérdida de 10,000 empresas registradas ante el IMSS, de más de 1 millón de empleos formales con acceso a ese sistema de seguridad social, la realidad de 12.5 millones de mexicanos sin ingreso y sin oportunidad de encontrar fuente de empleo, deberían ser razones más que suficientes para que fuera la prioridad número uno de un gobierno que usa el bienestar social como slogan.

Debería, el propio presidente, compartir un poco de ese duelo que genera perder la chamba y centrar todos sus esfuerzos en solucionar este grave problema social. Debería haber menos decálogos moralistas y más planes de gobierno para que la gente recupere la dignidad de tener trabajo.